Las personas que trabajamos, vivimos y convivimos con niños y jóvenes en ocasiones nos asusta o nos da un poco de reparo cuando ellos se sienten aburridos y más aún cuando se sienten frustrados o decepcionados. Pero debemos recordar que esos sentimientos forman parte de la vida y que no es malo aprender a sentirlos, sacarles provecho y salir de esa situación de manera autónoma y creativa.
Según Withaker, el término frustración se aplica “a las circunstancias que dan como resultado la falta de satisfacción de una necesidad o motivo” casi siempre inmediato.
¿Y esta situación se da también en niños? Claro, y me atrevería a decir que más frecuentemente, ya que sus recursos o herramientas de adaptación a la vida aún están en desarrollo. Les frustra tener hambre y no saber comunicarlo correctamente, lo mismo si se sienten húmedos, con hambre o con frío; incluso si quieren agarrar un juguete o un objeto que no está a su alcance.
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Pero gracias a esta frustración y al hecho de sentirse “mal” y querer cambiarlo es que llegan los esfuerzos, las adaptaciones y finalmente los aprendizajes. El bebé que quiere un objeto lejano comenzará a estirar el brazo, gatear o caminar avanzando en su desarrollo motor; lo mismo el que quiere algo y empezará a balbucear o a decir sus primeras palabras con el objetivo de cumplir su deseo. Esto ocurre en todas las edades, por ejemplo, el niño ya mayor que ve que sus compañeros saben montar en bicicleta y él aún no, hará un esfuerzo extra por aprender y superar esa decepción inicial. Ese “extra” es lo que nos hace avanzar en todas las áreas de nuestro desarrollo.
Por supuesto, tenemos que ser conscientes de cómo afrontamos la frustración y de qué metas u objetivos ponemos a cada individuo dependiendo de la edad, ya que una frustración, mal afrontada, excesiva en la intensidad o duradera en el tiempo puede ser perjudicial.
La próxima vez que vean a un niño o joven frustrado, enfadado o triste por no conseguir lo que desea; piense que aunque el camino rápido y fácil es dárselo o facilitárselo directamente le estará realizando un flaco favor.
Primero siéntese con él, escuche sin juzgar todo lo que tenga que decir sobre su frustración, sus sentimientos y pensamientos. Después empújelo a pensar en soluciones y alternativas posibles, ayúdelo a diseñar y planificar los siguientes pasos. Finalmente, anímelo en su nuevo intento y acompáñelo en el resultado final sea cual sea. Recuerde que una pequeña frustración es la mejor oportunidad de aprendizaje que tenemos en la vida.
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