Cuando la alemana Elizabeth Noelle-Neuman elaboró su teoría denominada la Espiral del Silencio en los años setenta, es probable que ni se haya imaginado hasta dónde llegaría con sus planteamientos.
Muchos esperaríamos que en las sociedades interconectadas en las que vivimos estos postulados no estén vigentes, sin embargo, hoy encontramos que esta teoría navega entre nuestras redes, visible a través de las corrientes de opinión.
Para entender en qué consiste la teoría de la Espiral del Silencio nos bastará un ejemplo hipotético, pero el lector identificará si pueden llegar a ser reales los posibles protagonistas:
Un líder de opinión, que denominaremos Luisa, desarrolla un trabajo encubierto para promover la opinión de un grupo político determinado en un canal de televisión abierta. Como Luisa, hay otros 11 comunicadores que tienen la misma encomienda en todos los programas matutinos de los 7 canales de televisión que existen en el país.
Luisa y los demás líderes de opinión que se dedican a trabajar de forma encubierta para este grupo político plantean continuamente las ventajas que ofrece que todos defiendan las bondades de ese partido, que en el ejercicio del poder ha modernizado al país.
Solo dos de los comunicadores no piensan de esta manera, porque han sido testigos de las precariedades que sufre la población pobre, que resulta ser la mayoría. Estos periodistas no pertenecen a ningún grupo político, y tienen argumentos válidos para contradecir estas ideas- fuerza de Luisa y sus colegas, pero no llegan a plantearlo por temor a que los rechacen o los aíslen económica y socialmente, tomando en cuenta que el poder político lo arropa todo.
Con la Espiral del Silencio se manejan aspectos psicosociales que pueden llegar a medir el curso de esas corrientes de opinión y el clima de la opinión pública, que muchas veces puede llegar a confundir a los espectadores pasivos, para que actúen de una determinada manera, o asuman determinadas posiciones ideológicas.
Noelle-Neuman lo analiza en su libro de esta forma: “Los individuos observarían el consenso de su medio y lo compararían con su propia conducta. No tiene que tratarse necesariamente, pues, de un consenso de opinión; puede tratarse de opciones de conducta: llevar una insignia o no llevarla, ceder el asiento a un anciano o permanecer sentado en un transporte público. Para el proceso de la espiral del silencio no importaba que una persona se aislase mediante una opinión o mediante una conducta”.
En ese sentido los individuos que ven a Luisa y a sus colegas opinar, mientras los dos que no se encuentran alineados se marginan y no plantean sus argumentos, no quieren encontrarse en esa situación y, por temor a quedar entre la “minoría”, van a asumir la corriente de opinión que se vuelve dominante en ese momento.
El contexto de esta teoría probada no contempla lo que sucedería con la gente que tiene mayor cantidad de información. La propuesta que desde hace más de diez años se viene planteando es que hay que observar esta realidad desde la ecología de los medios.
Es una proposición a una mirada más profunda de lo que ocurre en las redes sociales, como lo ha observado el profesor Octavio Islas, que describe la actuación de los “prosumidores” con un rol activo: “El papel de los prosumidores sin duda alguna será definitivo en las siguientes remediaciones que experimentarán Internet y el conjunto de nuevos medios digitales”.
Todavía debemos esperar para que se desarrollen nuevos experimentos en este contexto de las redes sociales, pero hay algo que puede observarse desde ya, y es que existe una tendencia a trasladar al espacio virtual los comportamientos humanos que son reconocidos por la experiencia, como los que planteó Noelle-Neuman cuando un individuo calla por temor al aislamiento social, económico o político.
Si la espiral del silencio continúa vigente, eso lo sabe bien el lector porque ya lo ha vivido.
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