Desde que en enero de 2017 una amiga me envió por Facebook el enlace a una nota que escribió a raíz de la muerte de Ricardo Piglia, sigo la obra de Jorge Carrión. Viajero, cronista, profesor y novelista, Carrión observa la realidad desde los espacios pequeños.
Escribe para The New York Times en español, El País de España, La Vanguardia, entre otras publicaciones. Sus temas abordan la cultura pop, los mitos fundacionales de esta generación. También se ha vuelto una voz importante en el estudio de las series televisivas, las novelas gráficas y el comic.
Todas estas incursiones le sirven para interpretar los discursos del siglo XXI.
Luego de leer sus crónicas sobre la casa de Curcio Malaparte, entrevistas, análisis de situaciones políticas de Barcelona y libros, me atreví a proponerle una entrevista. Aceptó realizarla vía Skype. Pero, por una cosa y otra, acabamos chateando como en los viejos tiempos del Messenger.
Quiero que empecemos por el libro Librerías. Ya lo has dicho un par de veces, pero, ¿por qué librerías en una época en la que incluso las ventas de libros en papel apuntan a lo digital?
Ese libro era una deuda sentimental. Durante muchos años, durante tantos viajes, las librerías han sido un refugio, un hotel, un lugar donde no sentirme solo. Por ejemplo, hace diez años, un día de Fin de Año en Amán, fue en un bar librería donde pasé las horas de la noche, donde hojeé libros, donde me conecté a internet, donde me tomé una cerveza, donde me sentí menos lejos.
Hay algo de homenaje en mi libro. Algo de deuda pendiente. Algo de historia cultural de un espacio que no había sido estudiado. Y algo de voluntad de resistencia a ese panorama que mencionas.
¿En qué sentido es esa deuda pendiente?
Cuando escribí el libro, hace más de cinco años, sentí que tal vez mi agradecimiento por todo lo que yo había recibido en librerías de todo el mundo se podía convertir, a través de la literatura, del análisis literario, de la historia, del periodismo, en un libro. Un retorno simbólico. Pero, por supuesto, con una intención de crítica. Nunca escribo congelando el espíritu crítico. Incluso sobre lo que amas, tienes que escribir con cierta distancia, para no ser injusto ni ingenuo.
Bueno, si vienes a Santo Domingo alguna vez, tú experiencia con las librerías será, ¿cómo decirlo? Pobre.
Entonces tendré que visitar las bibliotecas…
Le conté esta respuesta a un escritor dominicano y se rió con ganas. Pero, por lo menos en San Francisco, en la calle Salcedo con avenida de Los Mártires hay un cuartito muy acogedor llamado Dr. William House. Ahí puedes llegar y buscar en un par de anaqueles libros para ir a leer a algún parque cercano.
También está esa curiosidad de biblioteca con funeraria. Pero en Santo Domingo, sin importar el punto cardinal, las alternativas son peores que las de las librerías, salvo un par de ejemplos.
Hay elementos que suelen resaltar o ser distintivos en tu obra. Uno de ellos es la mirada del viajero. Sin embargo, a diferencia de cronistas de viaje como Elías Canetti, tú fijas la mirada en espacios pequeños. De un lado las librerías, la casa de Curcio Malaparte o un hotelito en Uruguay, ¿por qué esa suerte de mirada micro espacial?
Creo que es muy importante el cambio de perspectiva. No solo entre la tuya y la de los otros, a través de la empatía (aunque sea imposible ponerse realmente en el lugar de otra persona), también entre la tuya, a ras de suelo, y la de aérea, la cartográfica, o la digital. Me interesa mucho el zoom como ejercicio estético y como ejercicio intelectual. En lo pequeño está lo grande, como sabían los antiguos: en las líneas de la palma de tu mano se encuentra el mapa de la Vía Láctea. Ésa es una de las ideas que rigen Barcelona. Libro de los pasajes.
En varias ocasiones haz citado a Piglia como uno de tus referentes. ¿En qué modo conversa tu obra con la mirada de Piglia? ¿De qué manera crees que su afán por las máquinas y los aspectos técnicos de la creación posibilitan reinterpretar la naturaleza de la literatura de este tiempo?
Piglia fue una de las personas que me enseñó a leer. Su lectura de Borges es extraordinaria. Y su lectura del propio acto de leer es una fuente infinita de ideas y recursos y perspectivas. Creo que, aunque coordiné el volumen El lugar de Piglia. Crítica sin ficción, el libro donde está más clara mi deuda es mi novela Los muertos. Aunque no se vea la relación con Respiración artificial (él habla de la historia de Argentina y yo de una serie de televisión norteamericana), mi artefacto no podría existir sin el diseño previo del suyo. Es una de las grandes novelas del siglo XX.
Has dicho en varias ocasiones que intentas explorar espacios culturales (parafraseo) no explorados por otros, o que buscas hacer cosas con tu arte que todavía no se hayan hecho. ¿Qué tan posible es hacer lo nuevo en arte? ¿Cómo puede renovarse la creación artística en este tiempo? ¿Por qué concentrarse más en el innovar que en el decir propiamente? ¿Hay cómo construir una realidad nueva?
Lo nuevo es posible porque la historia no deja de avanzar. La tradición es muy poderosa, pero la historia no cesa de generar novedades. Además, siempre es posible combinar elementos antiguos de una forma innovadora. El escritor que me interesa es alguien que busca fórmulas nuevas, a partir de un conocimiento profundo de la tradición, pero atento a la tecnología, la sociedad, las artes de su época.
Piglia dijo en una charla que dio en el colegio Madrid de México -me parece que fue ahí- que las series eran como la nueva novela por entregas. ¿Qué de cierto ves en esa posición? ¿Dónde queda entonces la novela tal cual la conocemos?
Creo que la novela es el gran modelo narrativo de nuestra época. Hay muchos videojuegos, series, cómics o exposiciones de arte que se aprovechan de las estructuras que la novela creó hace tiempo.
Aunque leamos más que nunca, lo cierto es que las series y los videojuegos se han convertido en los productos narrativos más importantes de nuestra época. Al menos, cuantitativamente. Tal vez, cualitativamente todavía la novela sea central, por esa dependencia que comento. Por eso, en el corazón del arte sigue estando la poesía, porque aunque en términos de venta y de impacto se trate de un lenguaje residual, sigue alimentando a la novela, como hizo siempre, y por tanto es la sangre del corazón del sistema narrativo del siglo XXI.
Esa última parte de la respuesta, me da mucho hilo. Y es quizás la razón por la que dentro de cada novela hay una cuestión de artefacto que no excluye entre forma y fondo.
En efecto, el tema siempre dicta la forma, y la tensión entre memoria e Historia, que es el tema que comparten Respiración artificial y Los muertos, conduce a una estructura compleja, a una novela artefacto, con estratos, con estilos distintos, con contradicciones internas.
La entrevista concluyó con la sensación de que todavía muchas preguntas permanecían en el tintero. Mientras tanto, Jorge sigue dando clases en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona. Sus publicaciones siguen explorando fenómenos como la tweet literatura, los intereses del siglo XXI y la ruptura de estructuras narrativas. Y aunque ahora viaja menos, sus exploraciones espaciales continúan.
Es autor de los libros Teleshakespeare, Los Turistas, Los Muertos, Australia, entre otros. El libro Librerías fue finalista del premio Anagrama de ensayos.
Pd: En mi continuo despiste, resulta que la charla de Piglia a la que me refiero no fue en el colegio Madrid sino en la Cátedra Alfonso Reyes. Igual sigo sin recordar si fue ahí que Piglia dijo lo de las series de TV o si fue en el libro La Forma Inicial. Estoy casi seguro que fue en este último.