El primer ministro del Reino Unido, el conservador Boris Johnson, admitió este domingo la frustración que sienten los británicos ante la lenta desescalada por la pandemia de la COVID-19, pero les pidió más paciencia.
En un artículo publicado que publica hoy el dominical "Mail on Sunday", Johnson dijo que confía en el sentido común de los británicos para cumplir con las medidas para controlar el coronavirus y les agradeció por seguirlas mientras se evalúan los próximos pasos.
Desde el miércoles, la población en Inglaterra puede salir de casa para hacer ejercicios físicos más de una vez al día, puede reunirse al aire libre con otra persona que no sea de su entorno familiar, siempre que mantenga el distanciamiento físico, pero el Ejecutivo ha pedido a la gente que trabaje en casa, si puede, y no utilice el transporte público para evitar el contagio.
Estas instrucciones no se extienden a las otras regiones británicas -Escocia, Gales e Irlanda del Norte-, ya que las autoridades autonómicas han decidido mantener la cuarentena, que implica que solamente se puede salir de casa para comprar alimentos y fármacos, para ayudar a una persona vulnerable o para hacer un ejercicio físico diario (como montar en bicicleta o caminar).
En su artículo, Johnson reconoció que "entiende que la gente se sentirá frustrada con algunas de las nuevas reglas", pero pidió paciencia para que el país no arriesgue los esfuerzos ya conseguidos para controlar el coronavirus en el Reino Unido.
Como parte de la lenta desescalada, el Gobierno británico ha cambiado el mensaje de "quedarse en casa" por el de "permanecer alerta", algo que causó una confusión inicial entre la población.
"Estamos tratando de hacer algo que nunca antes tuvo que hacerse, sacar al país del total confinamiento, de una manera que sea segura y que no sacrifique vuestro duro trabajo", añadió.
"Reconozco -indicó- que estamos ahora pidiendo cosas más complejas que simplemente quedarse en casa, pero este es un problema complejo y necesitamos confiar en el sentido común" de la gente.
Mientras, el Ejecutivo informó de una aportación de 93 millones de libras (106 millones de euros) para acelerar la apertura de un nuevo centro que pueda producir a gran escala una vacuna si los científicos descubren una contra el coronavirus.
El ministerio británico de Empresa, Energía y Estrategia Industrial informó de que el centro, que tendrá su sede en Oxford, abrirá en el verano de 2021, doce meses antes de lo previsto, y podrá producir vacunas para toda la población británica.
Investigadores de la Universidad de Oxford han empezado las pruebas clínicas de una posible vacuna contra la COVID-19.
Las últimas cifras oficiales indican que los muertos por COVID-19 alcanzaron en el Reino Unido los 34.466 desde que empezó la pandemia.