El liderazgo ético, como herramienta contra la corrupción, ha sido discutido por especialistas en gobernanza. Cabe citar el caso de los profesores James Downe, Richard Cowell, y Karen Morgan, quienes defienden la postura de liderar asumiendo un rol fundamental en el fomento de un comportamiento ético dentro de las organizaciones, dado que los organismos con una consistente buena conducta están compuestos por liderazgos que demuestran esta misma clase de comportamiento.
Estos profesores argumentan que los líderes deben contar con credibilidad moral para mejorar la efectividad de las regulaciones formales de ética o los códigos de conducta; son personas con capacidad de anticipar problemas y evitarse así un uso explícito de las regulaciones de ética, pero para esto necesitan estar dispuestos a intervenir de manera tanto formal como informal en pos de dirigir por buen camino el comportamiento de sus subalternos.
Diferentes organizaciones internacionales, gobiernos locales, y agencias gubernamentales han abogado a favor del aumento de la transparencia como una manera de combatir la corrupción, pero esto parece solo ser efectivo en países donde las instituciones son fuertes y las leyes establecidas son respetadas.
Lo referido anteriormente no es así en países percibidos como altamente corruptos, naciones como la República Dominicana que obtuvo una puntuación de 36 sobre 100 en el Índice de Percepción de Corrupción hecho por Transparencia Internacional en 2016, son los que más podrían beneficiarse de los liderazgos éticos.
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Un líder que ejerza su mando de manera honrada puede hacer una gran diferencia en un organismo. Si predica con el ejemplo, supervisa a sus subalternos, no permite las conductas reprochables y sanciona las conductas inmorales o ilegales de quienes supervisa, hará de su organización un ejemplo a imitar en la transparencia y ausencia de corrupción.
Ahora bien, en muchos países, sean altamente corruptos o no, siempre existe el líder que prefiere no ser ético pero aparentarlo, y puede que con esta estrategia engañe a personas ajenas a su círculo, pero los que le responden a él o ella directamente sabrán la verdad, dejándoles sin incentivo alguno a comportarse de una manera contraria a la de su jefe, por lo que si la organización funciona de una manera corrupta bajo la autoridad de una persona… esa persona no ejerce su liderazgo de una forma ética.
La conducta ética debe de empezar desde la cabeza, no tiene sentido esperar que en un ambiente donde hacer trampa es norma, un peón vaya contra la corriente y sobreviva, pues le aplastarían en el intento. Es fundamental que quien esté verdaderamente interesado en practicar un liderazgo ético, le imponga tal conducta a sus subalternos inmediatos y requiera de ellos que hagan lo mismo con las personas que tengan a su cargo. Es así como dentro de una organización, ya sea pública o privada, se evita que las conductas inmorales o poco éticas sean la generalidad y se conviertan en la excepción.
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