El jueves pasado ofrecí una conferencia en el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), fue una actividad que disfruté mucho, junto a colegas muy valiosos; el propósito fundamental era exponer los resultados de mi investigación de tesis doctoral, La espectacularización en los informativos televisivos de prime time: estudio comparativo entre la República Dominicana y España, pero una vez cumplido ese propósito comencé a indagar en el público, en su mayoría periodistas en ejercicio, sobre las prácticas actuales de nuestra profesión en el país.
Me encontré con una profunda sinceridad sobre lo que está ocurriendo, y es que nuestro gremio está en crisis, no precisamente una crisis económica, hay personas para quienes el periodismo es un ejercicio rentable, es más bien una crisis de valores.
Ese contacto con mis colegas me ayudó a ver que muchos de ellos y ellas están concienciados sobre la necesidad de buscar otras estructuras para un ejercicio más libre, para nadie es un secreto que en la colectividad dominicana hay una profunda desconfianza hacia los actores políticos.
En el caso del periodismo, es la estela de ese barco que va rápido y furioso hacia un destino incierto, pues esta función social, otrora vigilante del poder, hoy en muchos casos es su aliado más eficaz. Hace poco le preguntaba a mis alumnos qué opinan de las libertades para ejercer el periodismo en nuestro país, y la mayoría de ellos afirma no creer en dichas libertades.
Para hacer un resumen eficiente, muchos periodistas en ejercicio ven mermada las posibilidades de ejercer con toda libertad; la influencia comercial y política hace que resulte muy caro, por otro lado, la crisis de credibilidad baña a todo el gremio (pagan justos por pecadores) y mientras las nuevas generaciones que ejercerán la profesión estudian la carrera con la convicción de que apenas podrán disfrutar de libertades mínimas para hacer un trabajo desde la conciencia, por lo que se visualizan haciendo cine u otras modalidades.
Mientras que en medio está el pueblo, con tanta desconfianza acumulada que apenas sigue con cierto recelo dos o tres figuras, sí, es una mala época para la ética, sale cara, el resultado puede ser la pobreza o el ostracismo mediático, pero en las malas épocas surgen figuras valiosas, las dificultades sacan a flote el verdadero valor de las personas y si quedan por ahí personas dispuestas a aportar a su profesión y a su país, nunca han sido tan necesitados como ahora.
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