Luego del reciente encuentro bilateral entre Rusia y Estados Unidos, realizado con el objetivo de superar el prolongado estancamiento en sus relaciones diplomáticas y económicas, la atención internacional se enfoca ahora en tres áreas fundamentales, dos de las cuales analizaremos en las próximas entregas.
En primer lugar, resaltan las expectativas respecto a las negociaciones sobre la paz en Ucrania, cuya próxima ronda se realizará nuevamente en Arabia Saudita (concretamente en Yeddah), el martes 11 de marzo, con la participación de representantes de alto nivel de la administración Trump.
En este contexto, frente a las demandas maximalistas del gobierno liderado por el expresidente y excomediante Volodímir Zelenski, que insiste en la devolución inmediata de los territorios incorporados a la Federación Rusa, los negociadores estadounidenses enfatizan la necesidad de alcanzar acuerdos objetivos, realistas y equilibrados, fundamentados en la situación real sobre el terreno y no en aspiraciones políticas difíciles de materializar.
Por su parte, Rusia, aunque no participará directamente en estas negociaciones, se mantiene firme y clara en su postura, rechazando categóricamente cualquier acuerdo basado en promesas temporales o compromisos ambiguos, como ocurrió previamente con el fracasado Acuerdo de Minsk, que terminó siendo una simple maniobra occidental para ganar tiempo.
El Kremlin reclama un acuerdo de paz sólido, capaz de resolver las causas fundamentales del conflicto. Entre sus exigencias destacan la detención definitiva del avance de la OTAN hacia las fronteras rusas y la renuncia explícita de Ucrania a su aspiración de ingresar en la Alianza Euroatlántica, un objetivo que Zelenski considera "su principal legado" para las futuras generaciones ucranianas. Además, Moscú sostiene la necesidad de que Ucrania asuma constitucionalmente un estatus neutral, limite estrictamente sus capacidades militares, y desista de reivindicar territorios, como la península de Crimea y otras regiones, cuyas poblaciones optaron mayoritariamente por integrarse de manera constitucional a la Federación Rusa.
En relación con esta primera cuestión, cabe señalar que las autoridades ucranianas, que presumiblemente estarán representadas en la reunión por Andrey Yermak, jefe de gabinete del presidente Zelenski y conocido por su posición radicalmente antirrusa, no acudirán con la intención genuina de buscar la paz. Por el contrario, su objetivo prioritario será lograr únicamente un alto al fuego parcial con Moscú, centrado específicamente en el cese de ataques con drones, misiles de largo alcance y las operaciones navales en el Mar Negro. Una vez conseguido este objetivo limitado, Kiev espera persuadir a Estados Unidos para que revierta su reciente decisión de suspender el intercambio de información de inteligencia y los suministros militares.
De esta manera, la prioridad real para Ucrania en este encuentro no parece ser el establecimiento de una paz estable y duradera sustentada sobre bases sólidas, sino más bien restablecer la cooperación militar con Washington, especialmente en lo referido a la inteligencia militar, elemento indispensable para mantener la operatividad de los sofisticados sistemas de defensa suministrados por Occidente. Sin este apoyo, dichos sistemas corren el riesgo de convertirse en costosas piezas de exhibición.
Es posible que la delegación ucraniana esté pensando que la sola rúbrica del famoso acuerdo sobre minerales críticos sea suficiente para enfriar las cabezas de los altos funcionarios estadounidenses que se presume estarían presentes: Marco Rubio, Mike Waltz y Steve Witkoff.
En conclusión, este primer intercambio entre ucranianos y estadounidenses, destinado a buscar una salida al sangriento conflicto, deja abiertas numerosas interrogantes. La incertidumbre persiste, particularmente debido al nerviosismo, la desorientación por la abrupta falta paternidad y a la agitación guerrerista que imperan en las élites políticas europeas, cuya actitud indudablemente alimenta el espíritu bélico de Zelenski y su persistente voluntad de continuar el conflicto.
Será muy importante seguir observando cómo evoluciona este proceso negociador, analizando en próximas entregas tanto las reacciones en Europa como las profundas implicaciones geopolíticas derivadas del fin del orden unipolar, establecido desde finales de los años noventa tras el sistemático desconocimiento de todos los compromisos adquiridos entre Estados Unidos y Mijaíl Gorbachov.
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