Antes de condenar a los ciudadanos que presuntamente venden su voto por un picapollo y 500 pesos, hay que comprender la lógica del votante y su contexto político. De acuerdo con la teoría del votante racional de Downs, el ciudadano evalúa la utilidad (beneficio) que recibe con el incúmbete y la compara con la que recibiría con alguno de los opositores (1957). Dicha evaluación es fácil para los ciudadanos que militan en partidos políticos.
Ceteris paribus, los militantes de cada partido son más propensos a votar por su línea partidaria porque la probabilidad de mejorar su situación particular en un gobierno del partido opuesto es mucho menor. Ahora bien, para los ciudadanos que no militan en ningún partido y que entiende que su situación no ha de cambiar gane quien gane las elecciones (al que llamaremos votante X en lo adelante), hay solo dos opciones:
- Abstenerse de votar.
- “Vender su voto” por algún beneficio inmediato.
Por simple que parezca, la acción de votar tiene costos, hay que emplear tiempo y a veces dinero para transporte, comida, etc. De hecho, partidos políticos en casi todo el mundo asumen parte de esos costos proveyendo aventones y meriendas para sus militantes. Reitero, el absentismo electoral se produce porque para el votante X, el costo de votar excede la utilidad que podría percibir con tal acción.
Aunque el votante X está presente en mayor o menor cuantía en todas las naciones, no en todas existe la compra de votos (Aidt & Jensen, 2012). Este fenómeno se presenta en países con altos niveles de corrupción, entre los cuales, lamentablemente estamos incluidos. En un contexto donde hay quienes ofertan comprar el voto, siempre habrá un numero dentro de los votantes X dispuestos a hacer el canje. En este punto, hago la salvedad de que factores socioculturales también juegan su rol. No obstante, aun tomando en cuenta los factores socioculturales, donde hay corrupción casi siempre hay compra de votos.
El gran reto que enfrenta la oposición para las elecciones del 2020 es transformar a más de dos millones de votantes X en partidarios de su propuesta electoral, y esto no es tarea fácil. De acuerdo a las estadísticas de la Administradora de Subsidios Sociales (ADESS), en el 2016 la cantidad de subsidiados se ubicó en 983,227, cifra que parece ir en aumento. Además, algunos analistas estiman que la nomina publica asciende a mas de 700,000 personas.
Aunque los beneficiarios de los subsidios sociales del estado y los empleados públicos no son votos garantizados para el incúmbete. Si por alguna razón estos entienden que la utilidad que actualmente reciben pudiera peligrar en un cambio de gobierno, la teoría de Downs indica que tales individuos estarían bien incentivados a votar en favor del estatus quo.
Por ultimo, “la esencia de todas las políticas competitivas es el soborno del electorado por parte de los políticos” (Dahl, pg. 68). En otras palabras, los políticos hacen uso de promesas y dádivas para persuadir/sobornar a los electores. Muchos entienden que solo los que reciben dádivas son sobornado y que el elector que se convence a bases de promesas es un ciudadano consiente, comprometido con el bien común.
Por mi parte, argumento que ambos actúan de acuerdo a sus circunstancias. De hecho, muchas veces “más vale un toma que dos te daré” (Cervantes, Cap. VII). Frente a la disyuntiva de abstenerse de votar o votar por algún beneficio a corto plazo, habrá quienes opten por el ultimo camino. Solo quiero resalta que al vender el voto por el pica-pollo y los 500 pesos, el ciudadano no actúa como idiota. Al contrario, actúa de manera racional dada las opciones que tiene.
Aidt, T. S., and Jensen, P. S. (2012). “From Open to Secret Ballot: Vote Buying and Modernization.” St. Louis: Federal Reserve Bank of St Louis.
Dahl, R. (1956). “A Preface to Democratic Theory.” University of Chicago Press.
Downs, A. (1957). “An Economic Theory of Democracy.” New York: Harper.
Cervantes, M. (1605). “Don Quijote.” Francisco de Robles.
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