El 2018 concluye con un febril esfuerzo del Gobierno, los titulares y componentes de todas las instituciones del de Estado, sistema de partidos, gran empresariado y sus medios masivos de comunicación, por imponer la ruta electoral hacia el 2020.
Hay que esperar que ese empeño se multiplique en el despliegue del 2019 que ya se inicia.
Me explico su gran pasión por el tema.
Pocos procesos han sido tan funcionales al sistema de corrupción e impunidad que tanto los beneficia y que tanto ha garantizado su periódica reproducción ampliada, como las elecciones nacionales, sus mecanismos, sus partidos guías y grupos sanguijuelas.
Elecciones y corrupción van de la mano: clientelismo, sobornos, inversiones privadas altamente reproductivas, venta al mejor postor, compra y venta de facciones, transfuguismos, trampas y fraudes.
Resultados electorales y sumatoria de mafias en las instituciones se amalgaman en superposiciones y entrelazamientos de corruptelas en los que se asocian funcionarios electos y designados y empresas beneficiarias de exenciones, privilegios, tráficos de influencia, estafas, sobrevaluaciones, subvaluaciones e ilegalidades.
Es comprensible, por tanto, que un sistema en descomposición, rechazado por amplios sectores movilizados, atemorizados sus beneficiarios de tantas fechorías por la reciente insubordinación verde, estimule ese apasionado amor por lo electoral en sus jefes políticos y económicos.
No tienen de otra que no sea reproducir el pantano, con continuismo de rostros o con otras caras, pero salvando las estructuras, bases institucionales y jurídicas-políticas que le sirven de sustento a sus componentes.
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Hacia ese proceso van todos abrazados, diezmado en autoridad moral y poder de convocatoria, con la desconfianza que los acorrala y reduce a puro comercio e inversión, al malo o menos malo contra el peor o al malo sobre malo que da peor.
No importa que la JCE sea de Danilo y el TSE peor.
No importa protejan a la mafia anterior y que el poder se vuelque a favor de sus preferidos.
Su lealtad es con el sistema de corrupción e impunidad que apaña la Constitución del 2010, su Congreso, Alcaldías, Cortes y maquinaria estatal al servicio del enriquecimiento de cada quien desde la concepción que entiende Presupuesto y Patrimonio Nacional como propiedad privada de detentadores del poder.
A los que no les luce el traje de esa porquería electoral es a quienes después de haber jurado y perjurado luchar por el fin de la corrupción y la impunidad, tienen decidido aliarse a ciertos arquitectos del sistema pervertido.
No les luce el traje y de poco le sirve el alegato de que sus nuevos socios históricamente ensuciados hoy no son PLD-gobierno central, cuando ayer lo fueron y hoy lo son en alcaldías, curules y procederes denigrantes, con culpas parecidas.
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