En estas navidades, entre la alegría propia de la efemérides del nacimiento de Jesús y la euforia por el fin de un año y el inicio de otro, los dominicanos asistimos a una doble cartelera. Se trata de dos modalidades del torneo popularmente conocido como "Todos contra Todos" o Round Robin, uno alegre, divertido y colorido, pero otro deprimente, con el color gris de la pobreza y las miserias humanas.
Me refiero, por un lado, a la serie semifinal del campeonato de béisbol, y, por el otro, al triste espectáculo que constituyen las entregas sin ningún tipo de planeación de las raciones alimenticias por parte de ciertos políticos, en una suerte de tragicomedia griega. De hecho, ojalá, en lugar de canastas, haya más empleos y más progreso.
Es curiosa la gran similitud que existe entre un escenario y otro, aunque también destacan importantes divergencias. Para iniciar, podemos establecer que en ambas situaciones se trata de arduas competencias en donde los distintos actores se enfrentan a todos los demás. El objetivo de unos está centrado en la bola, mientras que otros corren tras una canasta tratando de dar un jonrón para llevar algo de comer a su humilde hogar.
En el penúltimo tramo de la pelota compiten cuatro equipos, cada uno de los cuales coordina sus esfuerzos para lograr la victoria. Las canastas bajo la anarquía suponen verdaderas batallas individuales entre dominicanos víctimas de la exclusión, doblegados por el instinto de supervivencia y la marginalidad que trae consigo la desesperanza.
En el Round Robin que tanto disfrutamos, el calendario pauta 18 juegos, cada uno de los cuales representa una nueva oportunidad para llegar a la meta. En la lucha feroz que protagonizan los más pobres para obtener una pequeña ración alimenticia, la mayor parte solo cuenta con un chance al año. De ahí la violencia y los “canastazos” (o dead balls) propios de esta peregrina versión de protección a las franjas más vulnerables de nuestra sociedad.
En el Todos contra Todos que actualmente celebramos, pudimos ser testigos de un draft o escogencia de jugadores aptos para reforzar las alineaciones de los equipos, pero en el reparto caótico de canastas no hay una selección de beneficiarios en función de su pertinencia y de su precaria situación económica, por lo que el caos y las inequidades imperan.
En el Round Robin del torneo invernal los jugadores devengan jugosos salarios. Sin embargo, en el desorden de la repartición no focalizada de alimentos, los pobres pierden, dados los atropellos y las agresiones físicas que vulneran su salud, su dignidad y sus derechos fundamentales.
No todos los conjuntos pasan al Todos contra Todos, dos son eliminados. De igual modo, muchos dominicanos resultan descartados en el reparto de canastas carente de planeación, viéndose obligados a regresar a sus casas con las manos vacías, tan sólo marcadas por los surcos de la frustración acumulada.
En la pelota vernácula, al final de la referida fase, dos equipos ascenderán a la serie final y uno de ellos se colocará en la cima del Campeonato para reinar allí por lo menos durante un año. En el otro escenario, los hijos de Machepa tendrán que conformarse con una Nochebuena y 364 noches y días… Bueno, no tan buenos.
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