La emergencia sanitaria por la que atraviesa nuestro país y el resto del planeta como consecuencia del Covid-19, ha puesto a prueba la capacidad de resiliencia tanto de los individuos como como de las organizaciones. Las universidades no son la excepción. En tal sentido, destacan los esfuerzos que, en materia tecnológica, han venido realizando para adecuar al 100 % sus estrategias a los fines de poder finalizar con éxito el actual período académico e iniciar el próximo, a propósito de la suspensión de las labores y la docencia presenciales.
La implementación de la tecnología en la educación superior durante los últimos años, ha tenido avances vertiginosos, aunque la velocidad varía de una universidad a otra. Es así como las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han contribuido a simplificar la gestión administrativa, incrementando la efectividad de los procesos y apostando con ello a una gerencia mucho más eficiente.
De igual manera, los nuevos dispositivos y las diversas aplicaciones han contribuido a reforzar el proceso enseñanza-aprendizaje mediante el desarrollo de nuevas habilidades tanto por parte de los estudiantes como de los docentes, concitando la motivación de los primeros. Esto va permitiendo una mejor gestión docente, mediante herramientas de aprendizaje mucho más flexibles.
Si bien es cierto que las universidades han venido incorporando las TIC a diferentes ritmos, las turbulencias que han significado los cambios a gran escala a raíz de la cuarentena, se ha convertido en un verdadero reto para todas las áreas que componen la estructura de estas academias, lo cual abarca tanto al personal administrativo como a los profesores y a los mismos estudiantes. Y es que no hay otra opción. Todos nos hemos visto obligados a asegurar nuestro vagón en el tren de un presente y un futuro inmediato que no admite pretextos, un viaje con ciertas incertidumbres para el que muchos no tenían listo su equipaje, lo cual ha generado en más de uno sensaciones de estrés.
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Los síntomas del "tecnoestrés" (Craig Brog, 1984) que hoy presentan las casas de altos estudios, incluyen la sensación de sobrecarga de tareas (asignaciones, vídeos, corregir trabajos, exámenes virtuales, reporte de calificaciones, exceso de informaciones), dolores musculares, ansiedad, irritabilidad y trastornos del sueño, entre otros, debido a la falta de habilidad para tratar con las nuevas tecnologías y salir con éxito del desafío que para muchos significan los procesos y la docencia virtuales.
Ante este escenario, es recomendable que contrarrestemos el estrés con medidas tales como la relajación, los masajes y la aromaterapia. Sin embargo, el mejor antídoto consiste en asumir este desafío como una gran oportunidad para desarrollar nuestras competencias tecnológicas y crecer así profesionalmente.
En lo que respecta a los docentes, no olvidemos que debemos hacer de la tecnología una invaluable aliada para continuar no solo formando excelentes especialistas en las distintas ramas del saber, sino también humanizando la educación con los diferentes programas como base. Por consiguiente, en las actuales circunstancias, debemos ratificar nuestra vocación acompañando "más de cerca que nunca" a nuestros estudiantes, brindándoles todo el apoyo necesario incluso en el manejo de las tensiones que en ellos también provoca confusión y desaliento. Ahora más que nunca nuestro liderazgo está siendo puesto a prueba. No hay dudas, de esta crisis saldrán mejores maestros y mejores universidades.