Por Marta Garde
El verdadero movimiento de películas durante el Festival de Cannes no cruza la alfombra roja, sino su mercado, punto de encuentro de más de 12.000 profesionales en busca de los nuevos éxitos de la cinematografía mundial.
En los sótanos del Palacio de Festivales, productores y distribuidores buscan salida a proyectos ya terminados o incipientes, con reuniones que también tienen como escenario oficinas u hoteles adyacentes en la Croisette, el paseo marítimo de la ciudad.
"Cannes es la prueba de que cultura y negocio van de la mano. El festival tiene dos pies, uno artístico, glamuroso y cultural, y otro económico. Los dos se completan", explica a Efe el delegado general del mercado, Jérôme Paillard.
Aunque en la primera edición del certamen en 1946 la gente ya aprovechó la concentración de profesionales para hacer negocio, el nacimiento del mercado como tal no se oficializó hasta 1959, por lo que cumple este año seis décadas.
Hubo quien consideró su creación un suicido para el festival. "Decían que al introducir un aspecto mercantil la dimensión artística desaparecía, pero la experiencia ha demostrado que las predicciones eran totalmente falsas", añade Paillard, en el puesto desde 1996.
De las decenas de personas que acudieron en sus primeros años se ha pasado a las cerca de 12.000 de la actualidad, con unas 3.000 películas presentadas y unas 1.400 proyecciones, que en esta edición empezaron el 14 de mayo, coincidiendo con el inicio del certamen, y finalizan el 23, dos días antes de la clausura.
"Vamos a terminar ligeramente por encima del año pasado, con muy poca variación de un país al otro. Estados Unidos tiene la mayor presencia, seguido por Francia, el Reino Unido y China", apunta el delegado.
La fuerza de Cannes, a su juicio, es juntar a toda la industria del mundo: "Es su fortaleza y su dificultad, por eso es necesario desarrollar herramientas que, dentro de toda esa diversidad, faciliten encontrar con quién hacer negocio".
Al mercado se va ya con las citas cerradas, porque hay poco tiempo para la improvisación. La compañía española Filmax es una de las que han llegado con el objetivo de comprar, vender o cerrar acuerdos de producción.
"El plan", de Polo Menárguez y con Antonio de la Torre y Raúl Arévalo como protagonistas, que se encuentra en fase de postproducción, o "Lo dejo cuando quiera", de Carlos Therón, ya estrenada en España, son dos de los filmes de su catálogo.
"Si tienes un proyecto bueno lo vas a vender muy bien en cualquier mercado, pero Cannes es el más importante", destaca Iván Díaz, jefe de la División Internacional, que no quiere desvelar los contratos alcanzados pero señala que está siendo una buena edición.
Una edición donde también se pueden encontrar "Falling", el debut como director de Viggo Mortensen; "Schumacher", el primer documental aprobado por la familia del campeón de Fórmula 1; "It Snows in Benidorm", de la española Isabel Coixet, o "Escobar by Escobar, serie documental sobre el capo colombiano de la droga.
La industria, según coinciden sus participantes, ha cambiado. Plataformas como Netflix, Amazon o Apple se han erigido como ejes destacados del negocio, provocando la salida de distribuidores o productores pequeños en algunos países.
"Se ha perdido la 'clase media', que para Europa es el cliente natural", destaca Díaz, subrayando que en este giro del negocio, donde ha cambiado la forma de consumo y el tipo de público, "más femenino y más adulto", ellos apuestan por menos productos pero de mayor "repercusión".
A Cannes, no obstante, no llegan solo compañías consolidadas. La alemana ArtHood, creada el pasado octubre, debuta con tres filmes iraníes y otros tres turcos, y el Mediterráneo y Oriente Medio como territorios predilectos.
En un momento en que los distribuidores son "súper selectivos" y buscan "cierto grado de seguridad", según explica su productor ejecutivo, Marco Dreysse, ellos ven su única ventana de oportunidad en historias que consigan llamar la atención de la prensa o ser seleccionadas en un festival.