Por: Esmerarda Montero Vargas (Magíster en Comunicación Social. Investigadora predoctoral del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU)
A menudo escucho personas masticar con desprecio el término feminista, lo citan como algo lejano e incomprensible, que les parece extraño e innecesario, algo que implica un odio tremendo hacia los hombres, practicado por mujeres feas y amargadas, que encuentran consuelo en revelarse sin razón.
Otros dicen: “yo no soy machista, estoy de acuerdo con la igualdad”, siempre y cuando no metamos tanto ruido con aquello del derecho al aborto, a tener el mismo sueldo que los hombres o sencillamente circular por el espacio público sin miedo al acoso. “Ah, no, que son piropos”.
Por lo general les pregunto en qué consiste el feminismo, si han leído sobre sus teorías o sobre sus luchas, más allá de hacerse eco de términos tan desagradables y fuera de lugar como “feminazi”. Porque claro las feministas hemos exterminado a miles de hombres en nuestro siniestros campos de concentración (ironía), no se vaya a convertir en un rumor más.
Después de muchas de estas conversaciones, tanto con hombres como con mujeres de diferentes edades y nacionalidades, saco en claro que lo que ocurre es que por lo general estas personas no conocen el feminismo, porque no, amigos míos, el feminismo no propugna la superioridad de la mujer sobre el hombre, sencillamente exige igualdad, y sí, exigir es la palabra, porque ningún colectivo ha mejorado su vida pidiendo por favor. Los derechos se reivindican, no se mendigan.
Aquellos que no se preocupan por la lucha feminista no solo no la comprenden, sino que por lo general no son victimas directas de las consecuencias del machismo y la desigualdad de género, o por lo menos no son conscientes, o sencillamente no les apetece cambiar.
Porque la libertad que reclama el feminismo también implica un cambio de mentalidad en los hombres, pero también en las mujeres, porque no podremos ser libres hasta ser productivas y económicamente independientes, y ello implica no tomar el camino corto en muchas ocasiones.
Otra cosa que me causa una risa dolorosa es aquello de que “las mujeres ya han conseguido mucho, ya no es como antes”. Y sí, es cierto que hemos conseguido mucho, pero todo ello ha surgido del acto de revelarse, desde la quema de sujetadores en plazas públicas hasta morir por el derecho al voto, ir a la cárcel por usar pastillas anticonceptivas, sufrir humillaciones para poder entrar en el ejército o luchar por décadas para poder trabajar o divorciarse sin permiso del marido-dueño.
Los que hoy nos llaman extremistas talvez no se detienen a considerar que todo lo que hemos conseguido para poder caminar al lado del hombre y no detrás con la cabeza agachada se ha conseguido gracias a que, generación tras generación, han existido mujeres y algunos hombres dispuestos a romper con lo establecido.
Sin embargo, seguimos padeciendo por el hecho de ser mujeres, seguimos siendo controladas por el estado y la iglesia respecto a nuestros cuerpos, seguimos sometidas a la presión social de ser madres porque de lo contrario “eres una persona muy rara”, y ya sabemos cómo se llama aquella mujer que se permite tener varias parejas sexuales, cosa que no sucede con el hombre, que por supuesto hace bien en demostrar su hombría y su capacidad reproductora aquí y allá.
Talvez si consideraran estas cosas, esas razonables personas que ven el feminismo como amargura y rabia desmedida comprenderían que las ataduras no se rompen con ruego y lamentos, sino a golpe de hacha.
De momento, mientras en República Dominicana siga muriendo una mujer de forma interdiaria a manos de su pareja o expareja, mientras no podamos caminar por las calles libremente sin miedo a que en cualquier esquina uno o dos machos más nos hablen de nuestro cuerpo y de lo que nos harían, violando nuestro espacio, mientras las mujeres en nuestro país sigan cobrando 80 pesos por cada 100 que gana el hombre, habrá feminismo para rato, no por amargura, sino por necesidad y supervivencia, lo quieran comprender muchos o no.
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