“La política migratoria de cada país es potestad de cada gobierno, por lo tanto, esas declaraciones son inaceptables e irresponsables; República Dominicana es el país que más ha cargado, que ha sido afectado económicamente mucho más y que ha sido más solidario (con Haití) que todos los otros países del mundo, por lo tanto a República Dominicana no se le puede pedir más”, fueron las palabras del presidente Luis Abinader en respuesta a las imprudentes declaraciones del representante del alto comisionado de las Naciones Unidas para los derechos humanos Volker Turk.
Se trató de una frescura del diplomático, una falta de respeto a la dignidad y la soberanía de la nación dominicana, la única facultada para tratar los problemas migratorios, como lo hacen los demás países del mundo. Ese señor debe ser declarada persona no grata en nuestro territorio. Ni él, ni nadie, tiene derecho a inmiscuirse en nuestros problemas internos. Esa es una potestad nuestra, y solo nuestra. La postura del presidente ha sido atinada. Debe contar con el respaldo de todas las fuerzas políticas, económicas y sociales del país.
Nunca había visto al presidente Luis Abinader tan enojado, tan indignado y rabioso. Se le subieron los apellidos a la cabeza. ¡No era para menos! El tal Tur ese no es más que un atrevido. ¡El boque estuvo bien dado!
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Ciertamente ningún otro país ha cargado más pesado que la República Dominicana con la crisis del vecino país que se extiende desde hace muchos años sin que ninguna potencia haya escuchado los reclamos de los gobiernos dominicanos para solucionar la grave situación por la que atraviesa Haití. El gobierno y el pueblo dominicanos siempre han dado la cara por Haití, siempre han sido solidarios, siempre han ofrecido la mano amiga sin exigir nada a cambio. Cuando se produjo el terremoto que mató a más de 300 mil personas, con cientos de miles de desaparecidos, fueron los dominicanos quienes acudieron con alimentos, materiales de construcción, medicamentos, etc. Nadie llegó primero, nadie dio más, nadie dijo: ¡presidente!, como lo hicieron los dominicanos. Ningún otro país lo hizo de manera tan espontánea ni ejemplarizadora. Ni los países como Estados Unidos, Canadá, España, Francia, Venezuela, entre otros, llegaron donde los haitianos.
A los haitianos no los quiere nadie. Es penoso decirlo, pero es la verdad. Estados Unidos, los dueños del mundo, los que se meten en todas partes sin llamarlos, los que hablan de libertad y democracia, de respeto a los derechos humanos, los que hacen la guerra destruyendo países enteros, los poderosos del planeta, han olvidado a los haitianos, un pedazo de tierra que forma parte de su traspatio. Haití es un territorio devastado, destruido por las bandas que hoy controlan su territorio.
El gobierno dominicano, en la voz del presidente Luis Abinader ha declarado en múltiples cónclaves internacionales, en la propias Naciones Unidas, que la solución a la crisis haitiana no está en territorio dominicano. Lo ha dicho una y otra vez. Pero los organismos internacionales no les prestan ninguna atención. Como decimos en buen dominicano: “Se han los locos”. Y mientras tanto Haití sigue destruyéndose, sigue muriendo, sin electricidad, sin agua potable, sin escuelas, sin hospitales, sin industria, sin agricultura, sin bosques. Sin nada… El África sahariana es una bendición comparada con Haití.
Se que el problema haitiano es muy profundo y complejo, que tiene ramificaciones históricas igualmente difíciles de afrontar y de resolver, por las desigualdades territoriales, políticas, religiosas, culturales, etc. Hoy día Haití es tierra de nadie. La inseguridad ciudadana es cada vez mayor. en Haití el Estado desapareció junto con sus instituciones. Haití es una tragedia. Un pueblo fantasma, sin fe ni esperanza. Penosamente es así.
La República Dominicana no puede cargar con Haití. Aunque quiera, ¡no puede! Ni siquiera los propios haitianos pueden resolver sus problemas internos. Le corresponde a las Naciones Unidas y demás organismos internacionales tratar de ayudar. Pero no tienen calidad ética ni moral para acusar a la República Dominicana de xenofobia, ni de racista. Si hay un pueblo amigo de los haitianos, aun en medio de todas las dificultades y de todas las diferencias de carácter histórico que separan ambos territorios, es precisamente el pueblo dominicano. La historia lo dice. A los dominicanos nadie nos puede dar cátedras de solidaridad y hermandad con el pueblo haitiano.