Por Cristina Cabrejas
"Sé por experiencia cómo se sienten los pacientes con coronavirus cuando luchan por respirar en un respirador", explica Francisco en un nuevo libro en el que relata su experiencia cuando le extirparon parte de un pulmón y otros momentos de su vida en los que se sintió aislado.
El papa argentino cuenta tres momentos de soledad de su vida para acercarse a los enfermos y a la gente en general durante esta pandemia, en el libro "Soñemos juntos" que se publicará en varios idiomas, entre ellos el español, a principios de diciembre.
En mi vida he tenido tres situaciones "Covid": la enfermedad, Alemania y Córdoba, relata el papa.
LA PRIMERA EXPERIENCIA AL LIMITE DEL DOLOR Y DE LA SOLEDAD
"Cuando contraje una enfermedad grave a la edad de 21 años, tuve mi primera experiencia del límite, del dolor y de la soledad. Cambió mis coordenadas. Durante meses no supe quién era, si moriría o viviría. Ni siquiera los médicos sabían si lo lograría. Recuerdo que un día le pedí a mi madre, abrazándola, que me dijera si iba a morir. Yo estaba asistiendo al segundo año del seminario diocesano en Buenos Aires", escribe Francisco que, por primera vez, describe de manera muy personal estos momentos.
El papa escribe:" Recuerdo la fecha: era el 13 de agosto de 1957. Fue un prefecto quien me llevó al hospital, al darse cuenta de que no tenía el tipo de gripe que se trata con aspirina. Primero me sacaron un litro y medio de agua del pulmón, luego estuve luchando entre la vida y la muerte. En noviembre, me operaron para quitarme el lóbulo superior derecho del pulmón. Sé por experiencia cómo se sienten los pacientes con coronavirus cuando luchan por respirar en un respirador".
El pontífice explica que de esos días recuerda sobre todo a dos enfermeras, una de ellas, la hermana Cornelia Caraglio, que le salvó la vida, pues "sabía mejor que el médico lo que los pacientes necesitaban, y tuvo el coraje de usar esa experiencia" y otra le dio "secretamente dosis extra de tranquilizantes fuera de las horas".
"Siempre estaré en deuda con ellas. Lucharon por mí hasta el final, hasta que me recuperé. Me enseñaron lo que significa usar la ciencia y saber ir más allá, para responder a necesidades específicas", cuenta Jorge Bergoglio.
Explica que después de esa experiencia tomó la decisión de hablar lo menos posible cuando visita a los enfermos y simplemente toma sus manos.
- Lee también: Vaticano investiga el “me gusta” de cuenta del papa en Instagram a una modelo
EL EXILIO ALEMÁN
Francisco define su estancia en Alemania, en 1986, como el "Covid del exilio". "Fue un exilio voluntario, porque fui allí a estudiar el idioma y a buscar el material para concluir mi tesis, pero me sentí como un pez fuera del agua", escribe.
Recuerda que tenía mucha nostalgia de su patria. "Recuerdo el día que Argentina ganó la Copa del Mundo. No quería ver el partido y supe que habíamos ganado sólo al día siguiente, leyéndolo en el periódico. Nadie en mi clase de alemán dijo nada al respecto, pero cuando una chica japonesa escribió "Viva Argentina" en la pizarra, los demás se rieron. La profesora entró, dijo que lo borrara y cerró el tema", cuenta.
"Era la soledad de una victoria en solitario, porque no había nadie que la compartiera; la soledad de no pertenecer, lo que te hace un extraño. Te sacan de donde estás y te ponen en un lugar que no conoces, y mientras aprendes lo que realmente importa en el lugar que dejaste", dice.
EL AISLAMIENTO EN CÓRDOBA
El tercer Covid fue cuando le enviaron a Córdoba de 1990 a 1992 como provincial de los jesuitas y luego como rector y el papa escribe: "Un año, diez meses y trece días pasé en esa residencia jesuita. Celebré la misa, me confesé y ofrecí dirección espiritual, pero nunca salí, excepto cuando tuve que ir a la oficina de correos"
"Era una especie de cuarentena, de aislamiento, como nos ha pasado a tantos en los últimos meses, y me hizo bien. Me llevó a madurar ideas: escribí y recé mucho", destaca.
Para Francisco, el "Covid" de Córdoba "fue una verdadera purificación. Me dio más tolerancia, comprensión, perdón. También me dejó una nueva empatía con los débiles e indefensos. Y paciencia, mucha paciencia, es decir, el don de comprender que las cosas importantes llevan tiempo".
Para el papa, de estas tres situaciones aprendió mucho. "He aprendido que sufres mucho, pero si dejas que te cambie, saldrás mejor. Si en cambio, levantas las barricadas, sales peor", concluye.