Y es de los malos, malísimo. Se trata del novelón que se refiere a David Ortíz, no a Sixto David, aunque sea su gran amigo, pero en nada parecido a él. Recuerden que oficialmente se dijo que los sicarios tenían una foto del astro del béisbol, lo que no daba la menor posibilidad de equívoco.
He sostenido que quienes decidieron asesinar a David Ortiz, no a otro, se sienten cobijados por un enorme poder de impunidad, dadas sus conexiones al interior del narco-Estado imperante. Recuerden lo de Quirino, Figueroa Agosto, Nelson Solano, Arturo del Tiempo Márquez, Paya… y ahora el mentado César el Abusador y otros capos relevantes, incluido el que decidió atentar contra la estrella de la pelota dominicana, y estadounidense.
Esos capos y sus protectores políticos, empresariales militares y policiales tienen capacidad para imponer decisiones a nivel de la Policía Nacional, DNI, DNCD, J2, Ministerio Público y Poder judicial. Y yo responsablemente digo que eso no es posible sin el conocimiento y la complicidad del Palacio Nacional
Por eso el Novelón que comenzó con cinco conjurados de baja monta receptores 400 mil pesos, luego con los cinco millones, después involucrando a 11 más para un total de 16, (algo absurdo para una operación de asesinato selectivo) y finalmente con el cuento del error en el blanco de ataque que nadie cree. Todo esto dirigido desde el despacho presidencial.
El Novelón protege fundamentalmente la autoría intelectual del atentado, por tratarse de un capo del sistema gansterizado bajo protección del mando político y militar dentro de un Estado que pasó de Estado delincuente a narco-Estado, con un mecanismo piramidal en su seno que ha devenido en un sistema de corrupción multifacética protegida por un régimen de impunidad.
Arriba opera la macro-delincuencia y en el medio y abajo la mediana y la micro, estas dos últimas exhibiendo una cadena de empresas de diversos calibres, entre ellas decenas de miles de puntos distribuidores de drogas y otras tantas bancas de apuestas lavadoras de dinero sucio, más las redes de discotecas, restaurantes, car wash, dealers… conectadas con el narco negocio mayorista y custodiadas por órganos policiales y de seguridad; sometidos sus miembros a la mieles del soborno y el peaje y, al mismo tiempo, a amenazas de muerte y represalias contra sus familias.
El Novelón insinúa también una protección a la moral de quien no la necesita en su condición de víctima de uno de los enclaves de ese poder: a David Ortiz, quien es como es por lo que ha sido su socialización barrial, que tiene los amigos que tiene y frecuenta los lugares y se divierte a su manera, que usa parte de su fortuna ganada en buena lid para reproducirla en calidad de préstamos, pero que nadie puede asociarlo al bajo mundo, y menos aun al narco-mundo, aunque este lo rodee y lo corteje.
Al mismo tiempo el novelón procura reducir la presión que implica la campaña internacional contra la inseguridad que reina aquí a la luz del desborde una delincuencia que mella al turismo del gran capital local y, sobre todo, la imagen del gobierno y su presidente, quien luce, al igual que Leonel, pateado por inservible o presionado por sus amos del Norte para que ceda al imperio aún más.
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