La economía global está empantanada en un crecimiento de solo el 2,9 % este año -el más reducido desde la crisis-, continuará a ese mismo nivel en 2020 y pasará al 3 % en 2021, según la OCDE, que hace un llamamiento a reducir la incertidumbre, la principal responsable de esa situación.
En su informe de perspectivas publicado este jueves, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) rebaja una décima respecto a sus previsiones intermedias del pasado septiembre su cálculo para 2020, que se queda de nuevo en el 2,9 %, lejos del 3,5 % que esperaba hace un año.
Pero, sobre todo, se inquieta porque ese deterioro de las expectativas continúa y seguirá si no hay una reacción a los cambios que están detrás, que no son cíclicos sino estructurales.
La economista jefe del organismo, Laurence Boone, identifica los cuatro factores fundamentales que han llegado para quedarse: el cambio climático, la digitalización, las barreras comerciales y la inestabilidad geopolítica. Si no se encaran, dice, continuarán amputando las perspectivas.
La ausencia de una dirección para hacer frente al cambio climático, ahora que se hace evidente la multiplicación de fenómenos meteorológicos extremos, mientras los planes para adaptarse o para sustituir los combustibles fósiles siguen siendo precarios, y aparece de lleno como una amenaza, en primer lugar para la inversión.
Para Boone, los Gobiernos tienen que actuar rápido, fijar una dirección en el precio por las emisiones de dióxido de carbono (CO2), establecer regulaciones medioambientales y hacer las inversiones públicas necesarias que marquen el camino y que las empresas actúen en consecuencia para reactivar el crecimiento y el empleo.
La digitalización es otro de los grandes retos, e igualmente una gran oportunidad, que está transformando el sistema financiero, la actividad de las empresas y las cadenas de valor. Pero sólo una pequeña parte de las compañías han conseguido aprovechar su potencial en términos de productividad.
Está afectando al mundo del trabajo porque da "una ventaja enorme" a los que tienen tareas creativas y cognitivas mientras deja relegados a los que ocupan puestos rutinarios y genera nuevas formas de dependencia laboral que escapan a la protección social, por ejemplo con el problema de los falsos autónomos.
La economista jefe insiste en que hace falta un empuje para la formación en esas tecnologías, la protección social, el acceso a las infraestructuras de la comunicación, el desarrollo de plataformas digitales o la regulación de los flujos de datos transfronterizos.
Las previsiones de crecimiento de la OCDE para unos y otros países varían, en gran medida, en función de la importancia que para cada uno de ellos tiene el comercio, sacudido por las restricciones.
Las de Estados Unidos han sido ligeramente rebajadas en una décima en 2019, al 2,3 %, y siguen sin cambios para 2020 (2 %) y 2021 (2 %), de forma que conserva la mejor dinámica entre los grandes miembros de la organización.
Notablemente más raquíticas son las cifras para la zona euro, aunque se han revisado ligeramente al alza respecto a septiembre para 2019 (una décima más al 1,2 %) y 2020 (una décima al 1,1 %). La de 2021 no se mueve de un pobre 1,2 %. Peores todavía son las de Japón, con un 1 % este año, un 0,6 % el próximo y un 0,7 % el siguiente.
En cuanto a China, se confirma la tendencia de su ralentización (6,2 % en 2019, 5,7 % en 2020, 5,5 % en 2021) en un contexto de cambio estructural de modelo en el que las manufacturas y la exportación ceden el paso a más consumo interno y más servicios.
La OCDE avisa de que el crecimiento todavía podría ser más bajo del que calcula ahora si se materializan algunos de los riesgos que planean sobre su escenario, empezando por una mayor escalada en las tensiones comerciales, la persistencia de la incertidumbre sobre el "brexit" o el fracaso de los estímulos activados por Pekín para impedir una fuerte ralentización en China.
También pesarán la vulnerabilidad del sistema financiero ante la situación macroeconómica, la elevada deuda corporativa o una subida duradera del precio del petróleo por crisis geopolíticas.