Las comparsas y escuelas de samba que ocupan las calles de Brasil en cada Carnaval cumplieron ayer sábado con la prohibición de desfiles por causa de la covid-19, pero aún así se sumaron al clamor nacional por una rápida vacunación.
En varias ciudades del país, integrantes de los "blocos", como se conoce a las tradicionales comparsas que suelen poblar las calles, se reunieron en pequeños grupos con el debido distanciamiento y se manifestaron en favor de la inmunización en masa de la población.
Paula Penteado, integrante de la escuela de samba Vai Vai, dijo a Efe en el Sambódromo de Sao Paulo que en este sábado de Carnaval sin fiesta estaba "representando una figura máxima en el mundo de hoy, que es la vacunación".
Su pareja de baile en la escuela, Reginaldo Pingo, manifestó su "emoción" por estar en un Sambódromo sin público ni desfiles, pero apuntó que había acudido al acto "con la conciencia" de que sólo la vacunación masiva permitirá tener "un mundo mejor y más saludable".
Otras comparsas organizaron sus fiestas, pero virtuales y en las redes sociales, en las que además de las tradicionales marchas de Carnaval también clamaron por vacunas, frente a una pandemia que en Brasil ya deja más de 237.000 muertos y 10 millones de contagios.
En Recife, que junto con la vecina Olinda y Salvador concentra los mayores carnavales del noreste del país, ocurrió lo mismo y las comparsas se mantuvieron recluidas en respeto a las determinaciones de las autoridades, que prohibieron toda aglomeración.
Entre los "blocos" que no se movilizaron este año figura el Galo da Madrugada en Recife, que desde 1994 ostenta el Guinnes Récord como la mayor fiesta carnavalesca del mundo, siempre con cerca de dos millones de personas.
En Olinda, un centenario desfile de unos gigantescos muñecos fue también interrumpido este año por la pandemia.
"Los muñecos están tristes y por primera vez no van a saltar de alegría en el Carnaval" dijo a Efe el artesano Carlos Silva, quien lamentó la ausencia de esas figuras de papel maché que representan personajes reales o ficticios.
En el Sambódromo de Río de Janeiro, el corazón del Carnaval en Brasil, la vacunación no fue un pedido sino una realidad y cientos de ancianos fueron inmunizados contra la covid-19 en unas tiendas montadas en la avenida que recorren las escuelas de samba.
Uno de los vacunados en este sábado sin Carnaval fue Hildemar Diniz, de 87 años y conocido como Monarco, presidente de la escuela de samba de Portela, una de las más antiguas de Río de Janeiro.
"La vacuna es esencial. Pensemos ahora en la vida, que tendremos otros carnavales", dijo a periodistas tras ser inmunizado.