América Latina es rica en agua dulce, pero millones de personas no acceden a este recurso, una problemática cuya solución puede estar tan a la mano como el mismo mar, dijo a Efe el presidente de Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (ALADYR), Juan Miguel Pinto.
"Latinoamérica es la zona con más reservas de agua dulce a nivel mundial, pero el agua dulce no está en las ciudades sino en zonas alejadas, como las áreas selváticas, mientras que las ciudades están en la costa o en zonas muy desérticas. Hay mucha agua, pero no está cerca donde hace falta", observó Pinto.
Según datos de ALADYR, que este miércoles y jueves realizará un seminario en Buenos Aires, en Latinoamérica unas 37 millones de personas no tienen acceso a agua potable.
Pinto indicó que en esta problemática inciden varios factores, como los naturales que reducen la disponibilidad de agua (la sequía, el cambio climático), la ubicación de las ciudades en sitios sin agua dulce y problemas presupuestarios que derivan en insuficiente inversión en infraestructura.
Según datos de ALADYR, el agua apta para el consumo humano es escasa y el 97,5 % del agua que existe en el planeta es salada.
Incluso el agua dulce requiere tratamiento y no siempre las fuentes de este tipo aseguran una provisión constante, lo que pone en jaque a ciertas industrias que utilizan agua en sus procesos productivos.
Es entonces cuando el agua de mar, aún cuando la tecnología para remover su sal es costosa, se perfila como una alternativa cada vez más apreciada.
"¿Qué mejor fuente de agua que voltear al mar y simplemente convertir el agua de mar en agua potable? Y algo muy importante: el agua de mar es casi inagotable, hay demasiada agua", destacó Pinto.
Recurrir al agua de mar y desalarla es, en realidad, una vieja práctica. Según el experto, se remonta a dos siglos atrás y se utilizó hasta hace unas cuatro décadas, básicamente mediante la técnica de la evaporación.
Una solución costosa, pero ineludible en sitios como islas sin fuentes de agua dulce, por ejemplo.
"Era una alternativa antigua, que la usaban solo por necesidad y aquí en Latinoamérica la veíamos como el 'patico feo'. Pero ya la necesidad llegó a Latinoamérica y ya la estamos tomando como una fuente real", indicó Pinto.
Pero la tecnología ha evolucionado y ahora existen las denominadas "membranas de ósmosis inverso" para remover las sales del agua.
"Se bombea cierta cantidad de agua a través de las membranas y sale agua limpia, por un lado, y agua concentrada, por otro", explicó el presidente de ALADYR, una organización fundada en 2010 y en la que participan representantes de la academia, del ámbito público y del mundo empresarial.
En Latinoamérica es Chile el que está a la cabeza de la desalación del agua de mar, en particular por impulso de la minería que, al ver una caída en los niveles de los pozos de gua salobre, se ha visto obligada a desalar agua de mar para mantener sus procesos productivos.
Pero además hay sitios como Antofagasta, en el norte de Chile, donde el 70 % del agua de consumo humano proviene de desalación de agua de mar, apuntó Pinto.
Argentina ya tiene una planta de desalación de agua de mar en el sur y Perú hay un proyecto para construir doce plantas de este tipo en los próximos cinco años, mientras en Brasil la industria del acero volteó al océano como "plan B" para asegurarse una fuente de agua ante la inestabilidad del régimen de lluvias.
Sea dulce o de mar, en cuestión de agua "hace falta mucha inversión en toda Latinoamérica", afirma Pinto.
La única excepción a la regla, destaca, es Chile, el país que está más avanzado en el tratamiento del agua, pero su caso es único porque toda la producción de agua es privada y eso ha incentivado la inversión.
Para el experto, ante la falta de dinero, una solución podría venir de la mano de los proyectos de participación público-privado, donde el peso financiero de la inversión se reparte.
Por otra parte, advirtió que los países de la región necesitan unificar la regulación en materia de tratamiento del agua.
"Inclusive nuestra regulación desmotiva a la industria a invertir. Es tan complicado el proceso regulatorio que muchas industrias dicen que no tratan el efluente porque es más complicado querer hacer lo correcto que no hacerlo. Eso es culpa de los gobiernos que no actualizan las normativas", señaló.
También subrayó que los ciudadanos deben ser más conscientes de la necesidad de cuidar un recurso tan vital.
"En Latinoamérica estamos mal acostumbrados a que vemos agua en todos lados y asumimos que es gratis y, por consiguiente, no la cuidamos ni la conservamos", lamentó.