Por: María Rodríguez
Las calles de Dakar están llenas de grafitis con todo tipo de temáticas, técnicas y colores. A ellos se suman estos días nuevos dibujos, creados por una veintena de grafiteros que participan en el décimo Festigraff, el festival más antiguo de su tipo en África, según presumen sus organizadores.
La edición de este año, que comenzó el pasado 12 de abril y terminará el día 21, es la décima desde su fundación, en 2009, por Docta, uno de los pioneros del grafiti en Senegal.
Su objetivo era "permitir a los grafiteros tener una plataforma de expresión, intercambiar experiencias y acercar el arte del grafiti a la población", cuenta Docta a Efe.
Pero también, añade, "que la gente sepa que el grafiti puede servir para sensibilizar en cuestiones de salud, educación, desarrollo ciudadano".
Aunque hay personas que piensan que los grafitis deterioran el entorno urbano y, a veces, son asociados al vandalismo, para Docta es al contrario: "los grafitis embellecen y conciencian".
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En Malika, un barrio periférico de Dakar, un concurrido grupo de personas discute animadamente. Cada uno explicaba, mezclando francés e inglés, lo que le gustaría dibujar en el enorme muro de un edificio en mitad de la playa.
Sus estilos son distintos y proceden de países diferentes, como Italia, Kenia, Guadalupe, Gambia, Francia o Inglaterra, pero en pocos minutos ya se han puesto de acuerdo y Morgasmic, de Londres, inaugura el muro con un spray en azul cielo.
Lezzart, una joven artista francesa de 27 años afincada en la Comunidad Valenciana y a quien le encanta dibujar animales, asegura que "mola pintar con tantas personas de distintos países": "fusionamos nuestros estilos y hay una mezcla de culturas y colores".
Laeticia Cefali (29 años), de nombre artístico LAEC, lleva 10 años en el mundo de la pintura, cuatro en el del grafiti y ya participó en el festival hace tres años.
Según ella, "es genial" encontrarse con "hermanos de todos sitios" porque "siempre se aprende" ya que "cada uno tiene su universo totalmente diferente".
Para LAEC pintar cuadros es "súper cool" porque permanecen en el tiempo, pero el grafiti "es distinto porque puede desaparecer".
"Le haces una foto y se acabó, o alguien viene y pinta encima, ese es el juego del grafiti. En cambio, el soporte tiene mucha fuerza porque en la calle lo impones a los demás. La gente camina y se encuentra con él", explica a Efe la artista.
Marcelo Roveda es italiano (36 años) y ha viajado por unos cincuenta países y cuatro continentes pintando grafitis. Para él, "la calle es la madre del grafiti" y a la gente "le gusta" este arte que, "buena o mala", siempre transmite una energía.
El senegalés Aliou Ndiaye, uno de los organizadores del Festigraff, asegura que la población de Dakar se siente "cómoda" con los grafitis y "los aprecia" porque en ellos se ven reflejados a sí mismos.
Para ilustrarlo, Ndiaye narra una anécdota de una vez en la que fueron a pedirle al propietario de un muro permiso para pintarlo y este les preguntó que cuánto iban a pagarle para que les autorizara.
Ante la negativa, preguntaron a otro vecino que les dio permiso para hacer el grafiti.
Cuando el otro hombre vio el resultado, les dijo: "¿cuándo terminéis podéis venir a hacerlo a mi casa?".
"Le respondimos, 'vale, pero usted, ¿cuánto paga?", rememora.
Ndiaye asegura que en Dakar el grafiti va más allá de lo estético y que se utiliza para lanzar mensajes de sensibilización.
"No es sólo el arte por el arte, sino el arte para la población", dice el joven, al señalar que no sólo se pintan letras o rostros, sino que también se conciencia sobre temas como la salubridad de la ciudad, la seguridad vial o el cáncer de pecho.
Entre los artistas invitados al festival también se encuentra Myki (36 años), grafitero de la isla caribeña de Guadalupe. Se ha recorrido miles de kilómetros para aterrizar en Dakar porque le faltaba dibujar en el continente africano.
De no tan lejos viene Yunus Hydara (25 años), apodado Skoper.
Es de Gambia, el país más pequeño de África, insertado en el interior de Senegal, un capricho de los ingleses de la época de la colonización.
Para él era importante acudir a este encuentro porque cree que "quizás sea el único" grafitero en Gambia y estar en contacto con otros "le permite estar más motivado y más inspirado".
Su vocación surgió cuando era pequeño, al ver los grafitis en películas y videoclips y, más adelante, en 2012, cuando vino a Senegal a estudiar a la escuela coránica.
"Cuando pasaba por Dakar veía los grafitis en las calles y eso me motivo más a hacerlos", asegura.
Al atardecer, el grupo de artistas recoge sus herramientas de la playa del barrio de Malika.
En el muro pueden distinguirse dos rostros de mujeres negras, cada uno de un estilo diferente, y en el centro un enorme león, uno de los símbolos de Senegal, entremezclados con letras.
Este rincón de la playa de la periferia de Dakar ya tiene un estallido de colores y una personalidad propia que no deja indiferente a quien pasa por allí.
Quizás el tiempo de estos grafitis sea efímero, pero en los años que duren dejarán huella entre quienes se crucen con ellos.