El exterminio de los bárbaros

miércoles 18 octubre , 2023

Creado por:

Julio Santana

El conflicto entre Israel y Palestina es la real visión de un infierno que no es imaginario como el religioso, sino descarnadamente real y grotesco. En aquellos escasos kilómetros cuadrados, cientos de miles de familias palestinas inocentes corren en diferentes direcciones, sin poder adivinar el lugar exacto de la caída de la próxima descarga de fuego.

En su determinación de seguir con “su juicio final”, la cúpula dirigente hebrea pretende, al parecer, superar o igualar los abominables crímenes cometidos contra ellos durante la Segunda Guerra Mundial por los ejércitos hitlerianos.

La frontera de Israel con la Franja de Gaza y los pasos habilitados hacia territorios de los vecinos, pueden considerarse literalmente las puertas del infierno. Podemos colocar en todas las vías de acceso al espacio de hacinamiento, sufrimiento y precariedades que es Gaza (literal centro de exterminio) la parte final de la inscripción que pudo leer Dante al pasar a través de la puerta del infierno: «…Abandona la esperanza si entras aquí.»

Ese infierno tiene décadas y culpables.

Durante más de 70 años, se han aprobado varias resoluciones por parte de la comunidad internacional reconociendo el derecho de los palestinos a tener un Estado organizado. Israel, con el apoyo de sus patrocinadores occidentales, las ha ignorado todas y hoy sigue desafiando impunemente la razón histórica y el derecho internacional de un orden mundial que sucumbe. Por tanto, la ineficacia y la carencia absoluta de autoridad de las Naciones Unidas definen el primer culpable.

Las potencias coloniales, que respaldaron la colonización de las legítimas tierras palestinas por parte de los judíos y observaron indiferentes durante décadas todos los abusos, crímenes y desplazamientos ominosos de las familias palestinas, se muestra como el segundo factor motorizador de la desastrosa situación actual.

Por último, cuenta en gran medida las distintas creencias religiosas que, por un lado, pretenden justificar las acciones terroristas más descabelladas y feroces de parte de las organizaciones que dicen representar los intereses palestinos y, por otro, convierte en terroristas de alto nivel a las autoridades de un Estado formalmente constituido.

No vemos muchas diferencias entre el terrorismo enraizado en la desesperación, la indefensión, la miseria y la impotencia, primando un poderoso ingrediente religioso, y el terrorismo de Estado cuyos fundamentos son también la absurda creencia de creerse “un pueblo elegido», la superioridad racial («los palestinos son unos animales humanos») y el fanatismo y la brutalidad genocida (Gaza no será otra vez lo que era).

Esta guerra es la prolongación del exterminio histórico de los bárbaros. Asesinaron a millones de ellos y demolieron ciudades enteras de Siria, Irak, Afganistán y Libia, sin ignorar su intervención (o indiferencia) en los grandes genocidios en África, como el de Ruanda que fue una tragedia humana colosal.  Hoy, con miles de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos y europeos, ayudan a Ucrania a combatir los remanentes rusos de los bárbaros soviéticos, los mismos que jugaron un rol decisivo en la construcción de la cultura, educación y ciencia de ese país. En este caso, como en Gaza, lo que menos cuenta son las enormes pérdidas de vidas ucranianas.

Es cierto que una parte de los considerados bárbaros (su ala radical, terrorista) se regocija con el sufrimiento, torturas y mutilaciones de sus enemigos, a quienes consideran verdaderos demonios. Pero, repudiando esta despreciable forma de lucha, debemos puntualizar que realmente no fueron ellos los que inauguraron la violencia histórica brutal y despiadada. En realidad, la violencia es una norma consuetudinaria de la estética occidental, enraizada en una larga historia colonial de pillaje y exterminios masivos y, hoy, en héroes justicieros que aniquilan salvajemente a sus declarados enemigos, así como en paramilitares ensalzados como seres invencibles en sus misiones de destrucción y muerte.

Realmente, el mundo occidental hace mucho dejó de moverse sobre los rieles de los valores y la moral. Su mayor fuerza motriz es la salvaguarda a cualquier precio del dinero y los intereses de unas cuantas familias globales.

La destrucción del hospital Al-Ahli en Gaza (unas 800 vidas perdidas), cuya autoría los judíos pretenden ahora endilgar a los radicales palestinos, es una muestra de terrorismo atroz e inconcebible. El exterminio de los bárbaros continúa, ahora con brutalidad conmovedora y terrorífica en Gaza.

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Julio Santana

Economista (Ph.D) y especialista en sistemas nacionales de calidad, planificación estratégica y normatividad de la Administración Pública. Fue director de la antigua Dirección de Normas y Sistemas de Calidad (Digenor).

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