Para los familiares de una persona que ha sido declarada como desaparecida y que se presume falleció, encontrar su cuerpo representa una imperiosa necesidad no solo en el orden psicológico y social, sino que también tiene importantes elementos de sustentación en el plano de los derechos humanos.
En primer lugar, podemos decir que la búsqueda del cuerpo sin vida tiene como trasfondo sentimientos solapados de esperanza, los cuales funcionan para la familia como un mecanismo de defensa ante la frustración y el trauma que implica la constatación de la pérdida irreparable del ser querido.
En ese mismo orden, la esperanza sirve como una suerte de caparazón que protege del dolor y el sufrimiento ante la eventual y fatal realidad, porque, mientras no se compruebe el presunto infortunio, las personas permanecen creyendo y aferradas, consciente o inconscientemente, a la posibilidad de lo que anhelan: encontrar con vida al ser querido.
En segundo lugar, mientras el presunto cadáver se encuentre desaparecido, no se puede dar como un hecho incontrovertible la ocurrencia de la muerte, la certeza no es total. Es así como el verdadero duelo se pospone hasta que exista la convicción de la pérdida fundamentada en evidencias irrefutables y contundentes.
Encontrar el cadáver comporta también consideraciones sobre la dignidad y los derechos humanos. Esto quiere decir que todas las personas, al margen de cualquier otra condición, tiene un valor intrínseco que la hace merecedora de estima y respeto. Como consecuencia de ello, es portadora de ciertas garantías por su sola condición de ser humano.
Estas prerrogativas no solo tienen vigencia a lo largo de toda la vida del ser humano y bajo cualquier circunstancia, sino que trascienden el momento de la muerte física. Como consecuencia de ello, se considera que el cuerpo de la persona, aún inerte, demanda un tratamiento bajo unas condiciones de protección y cuidados mínimos que, aunque bajo la responsabilidad del Estado como garante, estarían custodiadas por la propia familia.
La búsqueda infructuosa de los desaparecidos es uno de los grandes dramas al que se pueden enfrentar las personas. Se presenta en situaciones de conflictos armados, desastres naturales, secuestros y otros eventos como resultado de los cuales la fragilidad de la vida humana así como también la inseguridad del mundo en que vivimos, la violencia y la maldad, se ponen de manifiesto.
Esta peregrinación tras algún rastro de vida se prolonga a veces de manera infinita, abriendo surcos emocionales y espirituales en los familiares y los amigos de aquellos que ya no están, y profundizando heridas que tal vez jamás puedan cicatrizar, aún cuando la eterna esperanza sea el principal aliciente, el mejor consuelo y el más seguro refugio.