Aunque no lo parezca, el mero acceso a una cámara y a un público no nos da el derecho a hacer pública toda información que dominemos, si bien es cierto que existe un derecho a informar y ser informado, también lo es que existe el derecho a la intimidad y a la dignidad.
La frontera entre lo que debe ser o no noticia, lo que es del ámbito público o privado, es bastante clara, pues para ello solo hay que acudir a un código moral, que te dice que la información ha de ser útil para la vida de las personas, de lo contrario, es una cosa ruidosa y vacía de sentido.
El hecho de que un personal sanitario se dedique a hacer pública información médica, como ocurrió hace dos semana en nuestro querido patio, deja mucho que desear, no solo desde el punto de vista de la terrible rotura del sagrado vínculo médico-paciente, sino también porque una vez cometida esa gran indiscreción y falta a la ética, los medios se hicieron eco de ello, sin cuestionar la mala práctica. Y allí van los miembros notables de la sociedad cual aves carroñeras a llenar los espacios vacíos de conversación cotidiana con las practicas sexuales de un hombre anónimo que “se encuentra en la cuarentena”.
¿Qué nos garantiza la intimidad después de un hecho como ese? ¿Cómo sabremos que si alguien vuelve a perder el control de alguna practica sexual, peligrosa hasta cierto punto, no morirá por las complicaciones antes de arriesgarse a ir al médico? ¿Cuáles son los filtros que emplean los medios de comunicación dominicanos ante lo que es noticia?
Para mí la noticia no es que una pareja jugó sexualmente con el envase de un producto en aerosol, para mí lo es que el personal médico no parece saber lo qué es un tratamiento ético al paciente, que los medios no supieron hacer un filtro de lo que vale o no la pena publicar y que probablemente esto conduzca a muertes o lesiones no atendidas debido a la indiscreción y falta de respeto a la intimidad.
Han pasado dos semanas del hecho, los medios y las redes ya lo desechan por otras notas, mas ese paciente y su entorno quedarán marcados. ¿Ha valido la pena?
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