Cacique y presidente

El déficit fiscal, ¿mito o realidad?

jueves 2 mayo , 2019

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Foto: Amaury Pineda

Si usted es de los que piensa que el déficit fiscal es un mal que los gobiernos deben evitar a toda costa, le invito a continuar leyendo este artículo. Lamentablemente, muchos son los que aún viven (imaginariamente) en la época del patrón oro (Gold Standard, en inglés), y entienden que el presupuesto de una nación soberana emisora de su propia moneda funciona como el presupuesto de un hogar. Es decir, que el gobierno tiene un límite de dinero entrante y, por consiguiente, si sus gastos superan sus ingresos, estará en deuda al final del año fiscal. Sin embargo, esta concepción del presupuesto del estado, aunque intuitiva, es completamente errada.

Durante la época del patrón oro, el valor de la moneda estaba atado al valor arbitrario que le damos al oro por ser un recurso finito y relativamente escaso. Bajo tal sistema, los gobiernos no podían emitir más papel moneda que el oro que tenían para respaldarlo, poniendo así, ciertos límites a la inflación (Weatherford 1997). Sin embargo, la República Dominicana abandonó el patrón oro en 1963, EE. UU. desde 1933-71, el Reino Unido en 1931, etc., y hoy ningún país lo utiliza (Ossa 1976). De hecho, aunque tarde, el artículo 229 de Constitución de la República Dominicana del 2010 denomina a nuestra moneda como “Peso Dominicano.” Y, desde entonces, el Banco Central de la República no imprime billetes con la errónea denominación “Peso Oro.”

En la actualidad, todos los gobiernos del mundo han adoptado el dinero fiduciario (fiat money, en inglés) como moneda. Bajo este sistema, el valor relativo de la moneda de cada país depende de la confianza que sus ciudadanos y la comunidad internacional le otorgan a que ese papel sirve y servirá como forma de pago. A su vez, esa confianza está afianzada en la riqueza y productividad que aparenta poseer cada nación. En consecuencia, los países emisores de sus propias monedas, como República Dominicana y EE. UU., pueden imprimir dinero libremente (Kelton 2011).

La cantidad de dinero entrante en la economía de un hogar es fija, por ende, presupuestar por encima de los ingresos es peligroso, pues se termina en deuda que tendrá que pagarse a futuro y probablemente con intereses. Por el contrario, la economía de un gobierno soberano emisor de su moneda no está limitada a una cantidad fija de ingresos porque el gobierno puede emitir más dinero para cubrir sus obligaciones de pago. Esto implica que los gobiernos no necesitan recaudar impuestos para cubrir sus gastos, los gobiernos tienen la autoridad de emitir el dinero que necesitan para su funcionamiento.

Desafortunadamente, son muchos los que aún entienden el ciclo de la economía de manera inversa. Estas personas piensan que los ciudadanos somos quienes creamos el dinero y que con los impuestos que pagamos, el gobierno recauda ingresos para luego cubrir sus gastos. Nada más lejos de la verdad, el real circulo de la economía empieza con el gobierno emitiendo el dinero. Luego, los ciudadanos usan ese dinero para realizar sus transacciones y una parte regresa al gobierno a través de impuestos. Y, la parte que el gobierno no recauda (el déficit) es dinero que queda en los bolsillos de algunos ciudadanos en forma de ahorros.

Bajo el sistema de dinero fiduciario es imposible y contraproducente que los gobiernos operen libres de deuda. El déficit del gobierno es ganancia para la población. Por ejemplo, imaginemos que el gobierno presupuesta gastar 100 millones de pesos y recauda en impuestos 90 millones. Mientras los diez millones restantes son un déficit para el gobierno, este dinero es ganancia que la población retiene en forma de ahorros. Y esto no es un problema porque el gobierno siempre puede crear más dinero para continuar el ciclo.

Aunque algunos economistas como Laffer (2009) advierten que los déficits de los gobiernos causarían altas tasas de interés e inflación, la realidad es que esto no ocurre porque el gasto en déficit lleva a una inyección neta de reservas en el sistema bancario y la inflación puede ser controlada con políticas económicas. Por ejemplo, la deuda publica de Japón es de más de US$10.5 trillones, más del doble de su producto interno bruto y, aún así, la tasa de interés se mantiene fija y la inflación controlada.

El déficit del gobierno tampoco requiere aumento de impuestos. Recuerde que el gobierno es el que emite el circulante, no los ciudadanos. Los impuestos no sirven para financiar gobiernos soberanos emisores de su moneda. Los impuestos tienen diferentes objetivos, y a continuación explico tres de ellos. Primero, controlar la demanda agregada. A través de los impuestos, los gobiernos limitan el poder de compra de los ciudadanos para que estos no puedan demandar de bienes y servicios a nivel tan alto que la economía no pueda dar abasto para satisfacer esa demanda. Esto se debe a que el límite real de la economía no es la cantidad de circulante en sí, sino la riqueza de ese país en recursos y en su productividad. La abundancia de materias primas, espacio y personal capacitado disponible son las verdaderas limitantes de una economía (Kelton 2011).

Si el gobierno dominicano decide reparar todas las vías publicas del país, sin necesidad de recaudar más impuestos el Gobierno puede emitir circulante para contratar y comprar toda la maquinaria, mano de obra y materiales que hagan falta para estas obras. Sin embargo, esta maquinaria, mano de obra y materiales no son infinitos, la cantidad de obreros es casi fija, los materiales están limitados por la velocidad de extracción y producción y las máquinas también llevan tiempo en construirse. Además, es probable que estos servicios ente estén siendo utilizados por el sector privado. Si el Gobierno insiste en llevar a cabo la obra, la demanda por estas máquinas y servicios aumentaría, y, por tanto, su precio se elevaría provocando inflación.

Es importante entender que las obras inconclusas del Gobierno como hospitales y carreteras no se detienen por falta de dinero, estas obras se paralizan porque la mano de obra, los materiales y la maquinaria que se requiere no están disponibles. Tratar de culminarlas muy rápido, implicaría afectar el sector privado elevando los precios de tales servicios por alta demanda. Aunque la mano de obra extranjera sirve como balance para controlar la inflación en la industria de la construcción, la disponibilidad de materiales y maquinaria sigue siendo una limitante.

Otro objetivo de los impuestos es incentivar o desincentivar ciertos comportamientos. Por ejemplo, debido a que fumar puede ocasionar cáncer y otras enfermedades, poner impuestos a este producto para hacerlo más caro desincentiva a las personas de seguir fumando. También, ya que está probado que utilizar preservativos puede prevenir enfermedades de transmisión sexual, eliminar impuestos a este producto incentiva a la gente a utilizarlos (Armstrong 2019).

Y un tercer objetivo de los impuestos es redistribuir riquezas. Cuando se aumentan los impuestos a ciertos grupos de la población, la meta es disminuir el poder de compra de ese grupo, y cuando se crean excepciones fiscales para algunos, la meta es enriquecer a esos grupos. En cualquier caso, el objetivo de los impuestos no es financiar el gobierno porque el gobierno se puede autofinanciar emitiendo dinero (Armstrong 2019).

Finalmente, los políticos no están interesados en que la población entienda que los límites reales de la economía de nuestra nación no están en la cantidad de circulante disponible sino en nuestras materias primas, nuestros espacios, nuestra productividad, etc. Así, ellos pueden escudarse detrás de la excusa “no hay dinero para costear eso” cada vez que la población demanda por bienes y servicios que si son esenciales como seguridad ciudadana, educación, salud, viviendas, etc.

Sin embargo, para pagar las sobrevaluaciones de Odebrecht, los exorbitantes gastos de campaña, las sobrevaluaciones de los Súper Tucano, el hoyo del Baninter, los lujosos salarios de puestos ‘botella,’ el infame peaje sombra, la publicidad del gobierno, la sobrevaluación del hospital Darío Contreras, “el metrico” de Diandino Peña, el contrato con la Sun Land Corporation, la construcción del lujoso residencial ‘El progreso’ para funcionario del gobierno, etc., nunca hay peros, los recursos siempre están disponibles.

En conclusión, es un error pensar que el déficit del gobierno es un mal que hay que evitar. La oposición pierde su tiempo criticando la deuda del gobierno. El verdadero problema es la desigualdad económica y social. Lo cierto es que el déficit del gobierno queda en manos de unos pocos en forma de ahorros y esto debe ser combatido con políticas publicas que coadyuven a democratizar las riquezas que producimos y que a la vez aumenten la productividad de los ciudadanos.

Mayor inversión en educación, salud, seguridad ciudadana, emprendimiento, empleos productivos (no botellas) son de las mejores formas de lograr que el déficit del gobierno se convierta en ganancias para las mayorías y no solo en el ahorro de unos pocos como hasta ahora ha sido.

Armstrong, P. (2019). Keynes’s View of Deficits and Functional Finance: A Modern Monetary Theory Perspective. International Review of Applied Economics 33.2: 241-53.
Kelton, S. (2011). Limitations of the Government Budget Constraint: Users vs. Issuers of the Currency. Panoeconomicus 58.11: 57-66.
Laffer, Arthur B. 2009. Get Ready for Inflation and Higher Interest Rates. Wall Street
Journal. June 11, A15.
Ossa, F. (1976). El Sistema Monetario Internacional: Antecedentes Historicos, Acontecimientos Recientes y Perspectivas Futuras. Cuadernos de Economía, No. 38, pp. 59-108
Weatherford, J. (1997). The History of Money. Crown

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Amaury Pineda

Candidato a doctor en ciencias políticas, Western Michigan University, EE.UU. Licenciado en Derecho, egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

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