Desde que el presidente Luis Abinader dispuso el cierre de la frontera con Haití como presión para que en esa nación paralice la construcción de un canal de riego que usaría aguas del río Masacre sin el debido consenso, han salido diversas informaciones sobre la importancia del comercio fronterizo para las provincias de la zona, específicamente Dajabón, Independencia, Elías Piña y Pedernales, pues por Montecristi no hay mercado.
No hay dudas de que la relación comercial con Haití es de vital importancia para República Dominicana. No solo es nuestro segundo socio comercial más importante después de Estados Unidos, sino el más favorable, toda vez que del total de mercancías comercializadas “formalmente” el 98.5 % es exportación dominicana y solo el 1.5 % es importación (dato casi constante año tras año).
A eso se agrega el hecho de que el comercio con Haití también tiene una especie de encadenamiento económico, que multiplica la actividad de sustento de una cantidad de comerciantes nacionales y de esa nación que giran en torno al mercado y a las empresas que producen los bienes que son tranzados. A esos sectores no se les está dando asistencia oficial mientras dura el cierre fronterizo.
En esta entrega vamos a hacer algunas aclaraciones sobre las exportaciones dominicanas hacia Haití. Si se toma como referencia el año 2022, se tiene que con unas exportaciones de US$1,039.5 millones, al dividirlo entre 52, se tiene que las ventas locales a esa nación promediaron los RD$19.99 millones semanales.
Pero no siempre ha sido así. El año pasado fue el primero desde 2014 en que volvimos a venderle a los haitianos más de US$1,000 millones. Si. Desde el 2014 hacia atrás las ventas anuales a esa nación promediaban US$1,040 millones, pero desde el 2015 comenzaron a bajar y hasta el 2021 el promedio anual de exportaciones hacia allá fue de 864.5 millones.
Lo anterior indica que en los últimos siete años, sin el 2022, con ese promedio anual de exportaciones, las ventas semanales rondaban los US$16.6 millones (864.5/52). Es solo en 2022 cuando las exportaciones promedian los US$19.99 millones, debido a que el valor de las ventas volvió a superar el umbral de los US$1,000 millones, colocándose en US$1,039.5 millones.
Ese incremento no necesariamente fue por un mayor volumen de ventas a ese país, sino, más bien, por los incrementos de precios de los productos durante ese año. Esa es la razón por la cual también crecieron fuera de lo normal las exportaciones hacia otros países, pero también las importaciones y hasta las recaudaciones de la Dirección General de Aduanas (DGA), por la inflación internacional y nacional y no por una mayor eficiencia o volumen de las ventas.
En 2023, hasta agosto, las exportaciones locales hacia Haití sumaron US$673 millones, de acuerdo con el Centro de Exportación e Inversión (ProDominicana), lo que arroja un promedio semanal de US$19.4 millones en ventas, es decir, ligeramente menos que en 2022.
Pero los datos citados no le restan importancia al comercio fronterizo, más si se toma en cuenta que hay otra proporción importante de intercambio “informal” que no se puede cuantificar, pero que de seguro ronda al menos un tercio del volumen que se transa en formalidad; además, está el hecho de que en las provincias fronterizas no hay ninguna actividad empresarial, comercial o productiva que se acerque mínimamente en impacto económico a lo que implica el comercio con el vecino Haití. En otras palabras, la economía de las provincias fronterizas depende del intercambio comercial entre las dos naciones.
Por eso es oportuno sugerir desde esta humilde tribuna al presidente Luis Abinader que aproveche la coyuntura de la aprobación por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de enviar una fuerza multinacional hacia esa nación para disponer la reapertura de la frontera y recurrir al diálogo binacional con intermediación externa (Organización de Estados Americanos -OEA-) para dirimir el conflicto por el canal sin afectar la economía, no solo de los exportadores hacia Haití, sino de todas las comunidades y los miles y cientos de miles de dominicanos que dependen de esa actividad comercial en la deprimida parte oeste de República Dominicana desde el norte hasta el sur en vecindad con esa nación.
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