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El trabajo constituye una fuente de motivación no solo por la remuneración recibida, sino también porque refuerza nuestra identidad y nuestra autoestima, contribuyendo de esta manera con nuestra salud mental.
Sin embargo, en muchos casos lo encontramos relacionado con cuadros de depresión y, como consecuencia, con la carga general de morbilidad.
Muchos de los síntomas y signos son comunes a todos los contextos donde se produce este trastorno del estado de ánimo, aunque en el ámbito organizacional podemos observar algunas particularidades.
Es así como los síntomas generales son la tristeza profunda y prolongada, las sensaciones de apatía, el agotamiento, los trastornos del sueño y las alteraciones en el peso corporal.
Un empleado víctima de un cuadro depresivo se verá afectado también por la falta de concentración en sus labores, la frecuencia con que olvida las tareas, una alta tasa de errores, la lentitud y las dificultades para tomar decisiones. Todo ello, naturalmente, impacta negativamente en su desempeño y productividad.
La depresión laboral es muy frecuente entre los empleados con bajos salarios y que se ven sometidos a mucha presión por sobrecarga de trabajo o exigencias muy demandantes, la falta de control y las frustraciones acumuladas, los conflictos con compañeros y/o supervisores, así como también la falta de reconocimiento.
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De este modo, existen organizaciones cuyas culturas y estilos de liderazgo promueven la creación de un clima laboral disfuncional y proclive a la depresión.
En ese tenor, podemos referirnos a estructuras verticales muy rígidas y que no facilitan la comunicación ascendente, la falta de autonomía en los colaboradores, la excesiva supervisión, poco apoyo emocional por parte de los líderes, un ambiente muy tenso y estresante, y, además, los conflictos permanentes y gestionados de manera inadecuada.
¿Qué podemos hacer para prevenir o mitigar el impacto de la depresión en el ambiente laboral? Los gerentes tienen a su alcance algunas medidas, entre las cuales figuran la sensibilización del problema en sus equipos de trabajo mediante la concienciación y la capacitación en el tema, así como también la puesta en marcha de estrategias de comunicación y gestión eficaz de los conflictos, entre otras. Esto, sin dejar de mencionar la equidad en la administración de las compensaciones.
Los compañeros de trabajo, por su parte, deberán ofrecer apoyo al empleado afectado partiendo de la colaboración y la disposición a escucharle.
Desde el punto de vista terapéutico y basándonos en el enfoque cognitivo-conductual, la depresión se considera un trastorno producto de las creencias irracionales que el paciente tiene respecto de sí mismo, el mundo y el futuro.
La persona ve afectadas sus emociones de manera negativa como resultado de contratos personales firmemente arraigados y a los cuales permanece atada.
Todo esto provoca un procesamiento de la información desadaptativo caracterizado por sesgos atribucionales, profecías autocumplidas y la percepción de indefensión propia del pensamiento depresivo.
El abordaje, pues, consiste en el análisis y la confrontación de los paradigmas y los esquemas subyacentes que impiden al paciente lograr sus metas mediante el desempeño entusiasta de su trabajo.
