Por: Esmerarda Montero Vargas (Magíster en Comunicación Social. Investigadora predoctoral del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU)
En el año 2015, una servidora junto a las doctoras Carme Ferré-Pavia -Universidad Autónoma de Barcelona (España) y Gisella Meneguelli- Universidade Federal Fluminense (Brasil), tuvimos la oportunidad de entrevistar al filósofo y prolífico escritor Néstor García Canclini, a propósito de los últimos movimientos sociales que se han dado en nuestra región, quiero aprovechar la columna de hoy para reproducir parte de dicho trabajo, que en su día se publicó en castellano y en portugués para España y Brasil, la siguiente versión se preparó para este medio previa autorización de todas las autoras.
Hay que construir estrategias de participación y transformación social capaces de enfrentarse con los poderes transnacionales”
Néstor García Canclini (1939, La Plata, Argentina) es doctor en filosofía, escritor, antropólogo y crítico cultural. Es uno de los comunicólogos de referencia de América Latina. Su trayectoria destaca por el desarrollo de diversas teorías referentes a los temas de consumismo, globalización e interculturalidad en América Latina y ha recibido importantes galardones, como el Premio Nacional de Ciencias y Artes en México en 2014.
Foto: TitiNicola
Señor García Canclini, ¿aún hay algún lugar en el mundo que no sea un lugar extraño?
Depende de para quién. En general, creo que uno tiende a volver familiares los lugares que habita, donde arraigamos. En primer lugar, está el sitio donde nacemos, donde nos criamos y educamos, el hogar, la escuela, el barrio. La experiencia de extrañamiento se va construyendo, así como se construye la personalidad, mediante la educación familiar, escolar, vamos experimentando extrañezas. Cuando cambiamos de lugar, descubrimos otras maneras de vivir, otras culturas, otras formas de comunicarse. O también cuando cambiamos personalmente y la sociedad no cambia con el ritmo o en el sentido que nosotros lo hacemos. Entonces la propia sociedad en la que nos formamos puede volverse extraña.
¿La idea del procomún es una reacción a lo que usted denomina como democracia canalla?
No exactamente, creo que son caminos que se tocan pero tienen lógicas relativamente independientes. Mi idea de la democracia canalla es que es el resultado de la descomposición de los sistemas políticos. En casi todos los países que conozco, ha habido un deterioro de las fuerzas políticas tradicionales: tanto los partidos como los sindicatos, inclusive algunos movimientos sociales. Y eso quiere decir que las diversas formas de expresión de la representación social han perdido su sentido al entreverarse con fuerzas ilegales, mafiosas, al volverse los partidos lugares para conseguir posiciones o especular con la corrupción.
Todo esto ha desprestigiado el sistema político y en cierto modo, lo que hoy llamamos procomún es el resultado de movimientos alternativos, sobre todo jóvenes, que están descontentos con los modos de apropiación de los bienes, que deberían ser compartidos y son apropiados por pequeñas minorías, políticas o sindicales. Entonces sí, en ese punto, la idea de procomún se toca con la descomposición de esta democracia que yo llamo canalla. El procomún aparece como la búsqueda de una apropiación compartida y una puesta a disposición de todos del acerbo de bienes y mensajes, que gracias a los dispositivos electrónicos e Internet tenemos de acceso mucho más fácil.
En ese escenario de vigilancia-control, ¿estamos en el súmmum del poder del mercado ante el individuo o este puede escoger qué consumir entre una multiplicidad de opciones?
Las dos cosas son ciertas y están en tensión. Mayor información, tan abundante, nos da la posibilidad de comparar y elegir distintos productos, mensajes y medios de información. Ante un mismo acontecimiento que tiene interpretaciones diferentes, como pueden ser las elecciones españolas del día 24 de mayo, o una disputa religiosa en un país árabe, podemos consumir medios de países distintos y vamos a recibir miradas divergentes.
Esto es un enriquecimiento pero al mismo tiempo todos los que nos ofrecen esos productos están registrando nuestros gustos, ordenándolos en algoritmos, para ofrecernos nuevos productos y saber cuál es el arco de nuestras preferencias, quiénes somos como consumidores, qué perfil pueden atacar.
Ese ataque es una forma de limitar nuestra espontaneidad y libertad, y sobre todo una forma de condicionarnos para seguir en una cierta orientación. Entonces estamos en tensión entre una expansión de la capacidad de elegir y una restricción establecida por el mercado que en realidad quiere reducir nuestras preferencias a perfiles lo más seleccionados posibles, porque tampoco el mercado puede atender todas las necesidades o deseos individuales, de manera que tiende a agrupar a las personas en conjuntos de millones de personas. Si no queremos pertenecer a conjuntos tan numerosos, necesitamos entrar en disputa con esas estrategias de agrupamiento forzado.
Hay que reorientar las políticas públicas para quitar protección financiera y política a las mafias"
¿Cómo ve el concepto de ciudadano hoy, en relación con las redes?
Ha cambiado muchísimo el concepto de ciudadano desde entonces. No había redes sociales ni muchos dispositivos de comunicación y formas de interacción que hoy son cotidianas. Es un cambio significativo de orden tecnológico pero hay otros cambios como los que referíamos antes, el desprestigio de los partidos políticos. En aquel momento, a fines del siglo XX, algunos partidos políticos en cada país aparecían como alternativa al poder hegemónico.
La idea de revolución ya estaba desprestigiada en los años noventa pero se esperaba que algunos cambios fueran posibles a través de las vías institucionales partidarias y sindicales. Lo que ha ocurrido en los últimos años es que ha crecido la desafiliación a los partidos y sindicatos, se ha flexibilizado el mercado laboral, se han individualizado perversamente las dependencias laborales y todos estamos mucho más expuestos a formas de control y precariedad que desestimulan una participación constante y la expectativa de transformar en modo durable la sociedad.
Ejercer hoy la ciudadanía es situarse en otro paisaje. No pienso con esto que el parlamento o las formas tradicionales de la democracia hayan perdido todo sentido. Me parece que hay que tratar de recuperar el valor de esas instituciones clásicas pero evidentemente, son insuficientes para canalizar las necesidades de cambio y mejorar el bienestar de las mayorías.
Ha habido una atomización de las formas de participación y lo que encontramos etnográficamente en muchos países, es que una gran parte de los ciudadanos se ha despartidizado, sobre todo muchos movimientos juveniles: “No somos apolíticos, somos apartidarios”, dicen. Se piensa que hay otras formas de modificar la realidad, que puede ser participar en las organizaciones barriales, en movimientos de jóvenes, feministas, étnicos, ecológicos, y se ve como un modo de contribuir a una transformación multifacética de lo social.
Mi impresión es que estas tácticas de transformación parcial son muy insuficientes en una época de gran concentración de los poderes transnacionales. Las empresas tienden a agruparse, a multiplicar su poder al combinarlo con el de otras, actuar en varios campos de lo social, económico, político y financiero, y suman poder adicionando sectores. Es difícil que el sistema de tácticas dispersas pueda confrontarse con esos poderes tan concentrados. Estamos en una situación de transición pero como se puede apuntar como una necesidad construir otro tipo de estrategias que tengan la dimensión comparable con esos poderes transnacionales.
¿El giro de algunos gobiernos latinoamericanos a la izquierda (Correa, Mujica, Bachelet…) ha podido cambiar la relación de la ciudadanía con el poder o estamos ante las mismas estructuras con un discursos edulcorado?
No me gusta la palabra edulcorar, me parece que en algunos de estos países ha habido transformaciones importantes. Por ejemplo, en Brasil y Argentina hubo un 25 % de población que ascendió de la clase baja a la clase media, una relativa redistribución de la riqueza y un acceso a bienes que antes que no se tenían. Pero también es cierto que correlativamente al aumento de bienes, coches y motos, ha disminuido el ritmo de desplazamiento por las ciudades.
El Sao Paulo solo se puede circular a una media de 7 kilómetros por hora en coche (hace unos años, a 21): eso significa que no ha habido estructuras que beneficien a la población que reciban ese nuevo caudal de movilidad y el sistema ha entrado en un colapso. Ha faltado una transformación más estructural y lo que hemos visto es un aumento de acceso a los bienes sin una modificación estructural de las condiciones de uso de los bienes. Eso genera contradicciones en el desarrollo general del país y quita confianza sobre la durabilidad de estas transformaciones.
En los países del cono Sur está habiendo un movimiento regresivo después de los avances de esos movimientos con más sentido social. Crecen las fuerzas de derecha, o si gana la misma fuerza, esta se centra (Uruguay, Brasil, Chile…). Hay que valorar los cambios que hubo como reales y beneficiosos para un sector amplio de la población pero también hay que ser conscientes de la inestabilidad y la falta de cambios más estructurales que garanticen una modificación de fondo.
¿Cuáles son los nuevos retos de Latinoamérica?
Hay otro aspecto aún que destacaría y que tiene que ver con la novedad de la situación internacional, el crecimiento de poderes ilegales y mafias en muchísimos países: México, toda Centroamérica, son países donde las mafias ocupan gran parte del territorio y muestran que el estado es fallido y no tiene capacidad de gobernar y han logrado disputarle la gestión incluso de servicios sociales y públicos.
Estas mafias no gestionan solo narcotráfico, sino que se han extendido a otros delitos: extorsión, secuestro, tráfico de órganos, de armas, de personas. La suma de 22 delitos, según los expertos, les da un poder extraordinario y es una de las grandes transformaciones que está ocurriendo. Es visible en México, Brasil, Argentina… y se advierte en Europa. Necesitamos reorientar las políticas públicas para quitarle protección financiera y política a esas mafias y no solo reprimir, lo que ha resultado ser ineficaz.
NOTAS
- La versión íntegra de esta entrevista se publicó en el Portal de la Comunicación (UAB).
- Versión en portugués para Brasil Cadernos de Estudos Sociais e Políticos
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