Cambios reales o retórica atrapada en la tenaza de los grandes intereses

jueves 7 noviembre , 2024

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Miniatura de Julio Santana

Con las expectativas divididas y los pronósticos inclinados hacia un empate técnico, el expresidente Donald Trump logró un triunfo inapelable en las elecciones del 5 de noviembre. Sus promesas de campaña fueron amplias y variadas, aunque sus inquietudes principales pueden resumirse en tres: resolver los problemas económicos y sociales que aquejan internamente a la primera economía del mundo, reorientar la política exterior hacia un enfoque menos intervencionista e imprimir una más dura regulación a la migración ilegal.

Con un contundente "no más guerras" de fondo, Trump ha prometido una postura más estricta en el control migratorio, reforzando las barreras en las rutas de inmigración que atraviesan Centroamérica y México para detener las crecientes oleadas de migrantes provenientes de América Latina.

Trump ha enfrentado una intensa oposición, con sus adversarios empleando prácticamente todos los recursos del Estado para detenerlo, incluso llegando al extremo de considerar su eliminación física. Ha sobrevivido a una serie de batallas legales, enfrentando una condena judicial, acusaciones de fascista y numerosos litigios en los tribunales. Sin embargo, pese a los desafíos, su retorno al poder plantea una pregunta crucial: ¿podrá realmente romper con la dinámica de una presidencia subordinada a las élites económicas que controlan desde las sombras?

La posibilidad de que Trump desafíe las fuerzas del llamado "Estado profundo" -un entramado de funcionarios del gobierno federal que colabora con entidades financieras e industriales de alto nivel- ha capturado la atención de muchos.

Durante la campaña, prometió en varias ocasiones terminar con el conflicto entre Rusia y Ucrania, liberando así fondos que podrían redirigirse al bienestar de los ciudadanos estadounidenses. Esta promesa, sin embargo, está condicionada a respetar la soberanía rusa, impedir el ingreso de Ucrania en la OTAN y alejar a este devastado país de las armas nucleares. Sin duda, su propuesta de detener la guerra enfrenta la resistencia de poderosos intereses en Estados Unidos, particularmente en sectores vinculados al Partido Demócrata.

Otra evidente contradicción en esos aprestos pacificadores: es cierto que Trump parece decidido a contribuir a la resolución del conflicto en Europa del Este, aunque al mismo tiempo, bajo la influencia de poderosos grupos de presión en Washington, promete continuar apoyando a Israel en sus estrategias militares genocidas en Oriente Medio.

Nosotros, por nuestra parte, mantenemos una postura cautelosa. A pesar del giro inusual de algunos dirigentes de la Unión Europea, enérgicos adversarios de Rusia y desafiantes financiadores y alentadores del conflicto bélico, que ahora muestran cierta solidaridad hacia el líder republicano, sabemos que la clase política dominante en Estados Unidos es históricamente antirrusa. Esta postura antagónica, basada en una visión desactualizada de contención de Moscú, persiste en la élite estadounidense.

Independientemente de si Trump prioriza los problemas internos de su país o si los demócratas, por pura conveniencia, adoptan curiosamente elementos de su discurso sin abandonar sus afanes globalistas, es poco probable que se produzcan cambios profundos. No debemos esperar un regreso a los valores familiares ni a un orden mundial equitativo, impulsado por el nuevo presidente. Tampoco anticipamos el fin de los conflictos bélicos y la neutralización de las grandes corporaciones occidentales que los sostienen.

Premoniciones fatídicas y el fin de llamado “orden mundial basado en reglas”. Medios como el New York Times, cercano a los grandes intereses de Estados Unidos, advierten de un posible "giro oscuro para la democracia estadounidense", temiendo que Trump, “quien cuestiona abiertamente el Estado de derecho”, lleve al país hacia una mayor polarización. Cabe preguntarse si la administración Biden representó realmente un “giro luminoso” para la democracia o si detuvo la división de la sociedad norteamericana y, de ser así, ¿dónde están las pruebas de ello?

Lo que es indiscutible es que Trump conquistó nuevamente el apoyo de gran parte de la ciudadanía apelando a su descontento con el estilo de gobierno de Biden y las advertidas sombras en el programa electoral del Partido Demócrata. Además, supo capitalizar la preocupación pública por la inmigración ilegal, un problema creciente que preocupa a muchos votantes, así como las debilidades políticas de una candidata improvisada y atada a los más retrógrados intereses norteamericanos.

Estamos ante una oposición directa a la agenda globalista de la Casa Blanca. "Dios salvó mi vida por una razón: para restaurar la grandeza de América, y vamos a cumplir esa misión juntos", declaró Trump. Ojalá logre sus propósitos, pero sin olvidar que deberá también protegerse de las múltiples amenazas que seguramente ya comenzaron a configurarse a su alrededor.

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Julio Santana

Economista (Ph.D) y especialista en sistemas nacionales de calidad, planificación estratégica y normatividad de la Administración Pública. Fue director de la antigua Dirección de Normas y Sistemas de Calidad (Digenor).

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