Por Enrique Rubio
Tras meses de suplicio y unas últimas horas de agonía en directo, Boris Johnson cedió este jueves a la presión de su partido y anunció su dimisión como primer ministro británico, aunque se mantendrá de manera interina hasta que los conservadores elijan un nuevo líder.
Las últimas renuncias en el seno de su gabinete, conocidas a primera hora de este jueves, fueron una losa imposible de levantar. Todavía la noche anterior Johnson defendía su intención de seguir pese a que medio centenar de cargos gubernamentales habían abandonado el barco.
Con un personaje tan imprevisible como el primer ministro, era imposible augurar si aún sería capaz de dar un último golpe de mano para mantenerse en el cargo.
Se agotaron los trucos y llegó la caída. Una renuncia, pese a todo, que ni siquiera contentó a muchos en sus propias filas y en la oposición, pues no saldrá de Downing Street hasta dentro de varios meses, cuando los "tories" hayan escogido a un nuevo líder que automáticamente asumirá las riendas del Gobierno.
A las 12.30 hora local (11.30 GMT), ante el clásico atril delante del número 10 de Downing Street desde el que los primeros ministros hacen sus grandes anuncios, Johnson compareció circunspecto pero sereno para dirigirse al país.
"Está claro ahora que la voluntad del Partido Conservador en el Parlamento es que debería haber un nuevo líder del partido y por tanto un nuevo primer ministro", dijo para comenzar su alocución.
Señaló que ha acordado con el líder del grupo de diputados conservadores sin cartera, Graham Brady, que el proceso para reemplazarlo debe comenzar de inmediato, con un calendario que será anunciado la semana que viene.
Fiel a su estilo, subrayó que se marcha porque se vio obligado por su propio equipo de Gobierno, y no por la convicción personal de haber fracasado en su cometido.
"La razón por la que he luchado tan duro en los últimos días para continuar (…) no es sólo porque quisiera hacerlo, sino porque consideraba que era mi trabajo, mi deber, mi obligación hacia vosotros seguir haciendo lo que prometimos en 2019″, cuando se celebraron las elecciones generales, añadió.
Y reconoció que en los últimos días había tratado de convencer a los miembros del Gobierno de que sería "extravagante" cambiar a un Gobierno que "estaba consiguiendo tanto, que tenía semejante mandato (parlamentario) y que solo estaba unos puntos por detrás en las encuestas".
"Lamento no haber tenido éxito en esas discusiones, y por supuesto es doloroso no poder llevar a cabo yo mismo tantas ideas y proyectos", agregó.
En ese momento, lanzó su mayor dardo hacia sus compañeros de partido, un comentario que de inmediato levantó ampollas: "Como hemos visto, el instinto de rebaño en Westminster es fuerte".
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DIMISIÓN EN DIFERIDO
Ni siquiera el anuncio de que dejará su cargo sirvió para calmar las procelosas aguas en las que se mueve la política británica.
Diputados conservadores y figuras del partido como el ex primer ministro John Major se manifestaron en público para reclamarle que salga hoy mismo de Downing Street.
El líder de la oposición, el laborista Keir Starmer, amenazó con presentar una moción de censura en el Parlamento contra él si no deja el cargo de inmediato en manos de otra persona.
Incluso no faltó quien considera que la marcha diferida de Johnson no es más que una estrategia más para ganar tiempo y aferrarse al poder.
El antiguo superasesor del primer ministro y ahora su enemigo acérrimo, Dominic Cummings, escribió en Twitter que, como buen conocedor de su exjefe, Johnson "no piensa que esto haya terminado" y que si "los diputados lo dejan en su sitio, habrá una carnicería".
Los analistas coinciden en los medios británicos que potencialmente se está fraguando una nueva batalla, de tintes constitucionales, sobre la posibilidad de que Johnson se muestre algo más que reticente a soltar las riendas.
Según dijo en su alocución, el jefe del Gobierno pretende tener un sucesor antes del congreso anual de los conservadores, previsto para comienzos de octubre.
Para subrayar sus intenciones, utilizó las horas previas a su anuncio para cubrir las vacantes ministeriales que se han producido en su equipo en las últimas 48 horas, desde que los titulares de Economía, Rishi Sunak, y Sanidad, Sajid Javid, le propinasen la estocada mortal al dejar el gabinete.
Ni siquiera lo tendrá fácil Johnson para llenar todos los agujeros de su Ejecutivo, pues más de medio centenar de cargos -la mayoría de ellos de rango inferior- se han marchado y para sustituirlos deberá encontrar diputados dispuestos a inmolarse por su causa.
Boris se va, dice. Pero todo hace indicar que su presencia todavía dominará la política británica durante algún tiempo.