Boeing decidió este lunes despedir el peor de sus últimos años con una profunda reestructuración de su dirección para tratar de ganar confianza y afrontar la crisis en que está sumida tras los dos siniestros de su modelo estrella, el 737 MAX, que causaron 346 fallecidos y cuya fabricación está congelada.
Boeing anunció este lunes el cese fulminante de su consejero delegado, Dennis Muilenburg, que será relevado partir del 13 de enero por el actual presidente de la compañía, David L. Calhoun, que asumirá ambos cargos para liderar el camino a seguir por Boeing ante la grave crisis que padece el gigante aeronáutico de Estados Unidos.
Según informó la compañía antes de la apertura de Wall Street, Muilenburg "renunció a sus cargos" de consejero delegado y director del consejo "con efecto inmediato", por lo que el director financiero de Boeing, Greg Smith, ocupará este puesto de forma interina hasta que Calhoun renuncie a sus compromisos no relacionados con Boeing.
Calhoun seguirá siendo miembro de la junta, mientras que Lawrence W. Kellne, también miembro de esta junta directiva, pasará a ser presidente no ejecutivo con efecto inmediato.
Calhoun, de 62 años, debe renunciar a su cargo como ejecutivo sénior en el gigante de capital privado Blackstone Group Inc y en el pasado fue un ex alto ejecutivo del fabricante de motores de avión General Electric Co.
"El consejo de administración decidió que era necesario un cambio de liderazgo para restaurar la confianza en el avance de la compañía a medida que trabaja para reparar las relaciones con los reguladores, los clientes y todas las demás partes interesadas", aseveró Boeing en su comunicado.
Bajo los cambios en su equipo directivo, "Boeing operará con un compromiso renovado de total transparencia, incluida una comunicación efectiva y proactiva con la Administración Federal de Aviación (FAA por sus siglas en inglés), otros reguladores globales y sus clientes".
Calhoun afirmó en la nota de Boeing: "Creo firmemente en el futuro de Boeing y el 737 Max. Me siento honrado de liderar esta gran compañía y a los 150.000 empleados dedicados que están trabajando arduamente para crear el futuro de la aviación".
Pero delante tiene un panorama difícil, sobre todo desde la histórica decisión de la junta directiva de paralizar a partir de enero la producción del 737 MAX, cuyos dos siniestros en Indonesia y Etiopía se achacan a un problema de su software de navegación.
Las malas previsiones de la firma han llevado a las agencias de calificación a emitir dudas sobre su situación crediticia y, si empeora la calificación, Boeing inspirará menos confianza y deberá pagar más intereses a sus inversores, un hecho que agravaría su ya dañada economía, que se estima en pérdidas de entre 1.000 y 2.000 millones de dólares mensuales desde la prohibición de volar con sus 737 MAX.
Según fuentes próximas a la dirección de Boeing citadas por The Wall Street Journal, la junta directiva afronta esta profunda remodelación para mejorar la comunicación, particularmente con la Administración Federal de Aviación y los reguladores, para evitar los roces de los últimos meses y evitar que problemas de entendimiento no retrasen aún más la puesta en funcionamiento del 737 MAX.
El mal funcionamiento de la cápsula espacial Starliner de Boeing durante su vuelo inaugural el pasado viernes, que le impidió llegar a la estación espacial internacional, se sumó a los contratiempos en la compañía con sede en Chicago.
Desde primera hora de la mañana, Boeing lideró las ganancias en el Dow Jones de la Bolsa de Nueva York, un gesto más de los inversores de su confianza en el futuro de una firma cuya diversificación de negocio y sus contratos militares y aeroespaciales con el Gobierno de EE.UU. la hacen, según los analistas, casi indestructible.
En este sentido, Boeing llegó a avanzar durante la jornada casi un 3,5 %, cerrando la sesión bursátil con un alza finalmente del 2,91 %.
Antes de la puesta a tierra de MAX, las acciones de Boeing se habían más que triplicado bajo la supervisión de Muilenburg, ya que la compañía aumentó la producción de aviones y devolvió una mayor porción de las ganancias a los accionistas a través de recompras de acciones y mayores dividendos.
Ahora, según el Journal, Muilenburg cobrará 39 millones de dólares tras su cese, lo que incluye 6,6 millones en efectivo, así como bonos y premios de acciones.