El aceite de oliva es uno de los productos más conocidos por las familias dominicanas. Se considera, por definición, un alimento saludable y existen numerosos compendios de consejos sobre su mejor ingesta. Incluso, la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) incluye este producto en la lista de los que califican para el uso voluntario de la declaración de “saludable”, junto con el agua, los aguacates y el salmón, entre otros. Cabe resaltar que las pautas dietéticas actuales en los Estados Unidos están centradas en la importancia de los patrones dietéticos saludables, los grupos de alimentos que los componen, el tipo de grasa en la dieta en lugar de la cantidad total de grasa consumida, y la cantidad de sodio y azúcares agregados en la dieta.
La idea es reducir sustancialmente la carga de enfermedades crónicas y promover la equidad en la salud. En este sentido, las intenciones de la agencia se enfocan principalmente en la reducción del sodio en los alimentos procesados y preparados, en el acceso efectivo de los consumidores a información valiosa y accesible sobre nutrición y etiquetado de los alimentos que consumen, así como en facilitar a la industria recomendaciones sobre cómo usar y mejorar las declaraciones de orientación dietética en los envases de los alimentos.
Hace unos diez años, los dominicanos igualábamos el aceite de oliva en general con la famosa marca Fígaro, de la misma manera que lo hacemos con Gillette para identificar navajas de afeitar. Fígaro se consolidó en el mercado luego de concretarse una alianza en los años noventa con la empresa europea Deoleo y el grupo empresarial Mercasid. Sin embargo, recientemente, debido a las constantes sequías en los campos europeos, especialmente en España, y a los constantes y, con frecuencia, injustificados ajustes de precios de los distribuidores dominicanos, los precios del preciado Fígaro resultan de difícil acceso para la mayoría de los dominicanos.
Además, la relevancia de este producto se ha visto afectada por la llegada de innumerables productos competidores y la proliferación de las llamadas “marcas blancas”, que ofrecen precios más asequibles en todas las denominaciones existentes, tales como aceite de oliva extra virgen, aceite de oliva simplemente, y, escasamente presente en nuestro país, aceite de orujo de oliva. Este último trata del tratamiento del producto obtenido tras la extracción del aceite de oliva y de aceites obtenidos directamente de aceitunas (Reglamento de Ejecución (UE) N° 29/2012 DE LA COMISIÓN de 13 de enero de 2012 sobre las normas de comercialización del aceite de oliva).
Aunque la gran mayoría de los consumidores no lo saben, el aceite de oliva en cualquier denominación puede estar expuesto a contaminantes peligrosos en todas las etapas de producción, desde la maduración de las drupas en el árbol hasta la conservación del producto terminado. En las zonas de cultivo, la calidad del aceite se enfrenta a la exposición de fuentes de contaminación (sembradíos cerca de autopistas, incendios, cercanía a otras industrias, escapes de sustancias residuales y contaminantes atmosféricos).
En el proceso de cosecha, las aceitunas quedan expuestas a las emisiones de los vehículos de manipulación con motor diésel y a los guantes manchados de aceites minerales o lubricantes. En el transporte, los sacos de yute o los contenedores utilizados para la movilización de materiales de alto riesgo pueden afectar la calidad de las aceitunas. Por último, cuando estas se almacenan en patios asfaltados por los que suelen transitar vehículos agrícolas, pueden resultar contaminadas, particularmente cuando los tiempos de almacenamiento superan las 24 horas y no se lavan antes de su procesamiento.
El conocido aceite de oliva virgen extra debe estar libre de cualquier contaminante o sometido con rigurosidad a los niveles permitidos de sustancias reguladas. No obstante, estudios recientes revelan la presencia en este apreciado producto de trazas de ftalato de dibutilo (DBP), un plastificante utilizado en la producción de tuberías y cintas transportadoras, que es considerado en la UE tóxico y de potencialmente peligroso para salud humana en dosis elevadas.
Algunas conocidas marcas de esta categoría han superado el límite permitido para el ftalato de dietilhexilo, de la familia de los ftalatos, que se sabe tiene efectos muy nocivos sobre la capacidad reproductiva. Igualmente, muchos de estos productos pueden presentar enranciamiento o “síntomas de oxidación”, lo cual es consecuencia de aceitunas recolectadas tardíamente o su mala conservación.
Un grupo de científicos estadounidenses del Instituto de Ciencias Verdes de la Universidad Carnegie Mellon, tras analizar una serie de populares marcas de aceite de oliva, pudo comprobar que todas ellas contienen sustancias químicas con efectos nocivos para nuestra salud. Los expertos analizaron 13 aceites de oliva populares y detectaron en todos ellos la presencia de ftalatos, que se utilizan para fabricar plásticos como el PVC y el vinilo, además de encontrarse en juguetes y productos de cuidado personal, como lociones y desodorantes.
De acuerdo con sus hallazgos, las pruebas de aceite mostraron niveles de ftalatos que oscilaban entre 559 y 6.092 partes por billón. El “líder” es Cobram Estate, mientras que el segundo y el tercer lugar lo ocupan O California y Madhava Clean & Simple, con 4.477 y 3.188 partes por billón, respectivamente.
¿Qué debemos hacer los dominicanos? Ante la considerable proliferación de marcas de aceite de oliva, un producto que todos consideramos saludable y promotor de la longevidad, las autoridades deberían actuar. Deben hacer cumplir las normas nacionales o asegurarse de que los aceites que llegan de Europa cumplan con las regulaciones de la UE.
Por ejemplo, deben prevenir que los aceites de oliva vírgenes no se mezclen con otros aceites o grasas, como de hecho está ocurriendo en el mercado nacional. También deben aplicarse las restricciones existentes para la utilización de los términos "virgen" o "virgen extra". Existen modelos de etiquetado muy completos para el aceite de oliva, normas nacionales de elevado consenso y sistemas de certificación de la calidad e inocuidad de los aceites comestibles que deberíamos implementar de inmediato. Actuemos.
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