La comunicación estratégica y los medios emergentes han demostrado que tienen una buena parte de la responsabilidad de los cambios políticos y económicos que se han producido en Suramérica en estos últimos años, y se explican claramente en el prisma de la posverdad.
Un viejo dicho de que una verdad contada setenta veces deja de serlo, se ha visto materializado en más de una ocasión a juzgar por las evidencias que se presentan.
Basta mencionar dos casos como ejemplo para entender el peso que tienen en la población estas mentiras a todas luces absurdas, pero que de tanto contarlas terminan por volverse parte de la cosmovisión de un problema.
El primer ejemplo se refiere a un señor cuyo trabajo era de chofer y que, para sorpresa de muchos, guardaba una bitácora de todos los servicios realizados a una importante servidora pública argentina.
El chofer en cuestión guardaba registro de todo cuanto hacía y llevaba de un lado a otro, con detalles que le parecieron sospechosos y que nos resultan raros también. Aun así, un domingo de asado se le ocurre que este cuaderno (donde había anotado tantas actividades sospechosas), lo usaría para encender la llama de su asadero, no sin antes salvaguardar una fotocopia. Usted se preguntará, y por qué no quemó la fotocopia, pues a un original se le puede hacer una pericia como prueba elemental de los tan sospechosos eventos registrados, y ciertamente es una buena pregunta.
Años después de que esa servidora pública saliera de sus funciones al chofer se le ocurre hacer una denuncia sobre malversación de fondos tomando como evidencia la fotocopia citada. Esto ocurrió en Argentina, pero para una buena parte de las personas de ese país la palabra de este chofer ha llegado a tener valor de la cosa juzgada como cierta.
El otro caso es de un candidato a la presidencia de Brasil que invitaron a encabezar una carrera de autos y lo conminan a subirse a un lujoso vehículo para comenzar el evento. Días después, con esta imagen, hacen circular la mentira de que ese auto es propio del candidato y que lejos de la humildad que pregona, solo se aprovecha de los incautos. Está demás decir que esta idea fuerza se multiplicó como la verdolaga, y este candidato fue tildado de hipócrita por las redes, cuestión que trascendió a otros medios, muchos de los cuales sabían que esta información era falsa.
El Everest de esta situación lo construyen personajes nefastos de la política a través de otra idea fuerza, “hay que sacar la ideología de la escuela y de las instituciones públicas” una falacia mayor que las anteriores.
La ausencia de ideologías es una ideología. Pero no nos damos cuenta de la falacia, hasta que leemos a Noam Chomsky, quien en sus múltiples análisis nos hace reflexionar con respecto a las estrategias de manipulación.
Stuart Hall escribió: “Por lo tanto, es en el nivel connotativo del signo que las ideologías situacionales modifican y transforman la significación. En este nivel podemos ver más claramente la intervención de las ideologías en y sobre el discurso: aquí el signo se abre a nuevas acentuaciones y, en términos de Voloshinov, entra plenamente en lucha acerca de las significaciones, la lucha de clases dentro del enunciado”.
No existe ningún mensaje que esté vacío de ideologías, y los que se pregonan libres de ellas son los más peligrosos entre los sofistas, pues acaban con el libre debate de las ideas y con la esperanza de la convivencia, para terminar en las confrontaciones estériles con las que pierde toda la sociedad, pues pierde su democracia.
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