Amaury Pineda Cacique y presidente

Si el voto es secreto… ¿para qué comprar votos?

lunes 20 agosto , 2018

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Foto: Amaury Pineda

En época de elecciones, tanto en la República Dominicana como en muchos otros países, incluyendo Estados Unidos, es común escuchar historias sobra la compra de votos. Partidos políticos suelen ofrecer algún tipo de dádiva a cambio de apoyo electoral por parte de el votante (clientelismo) (Brusco y otros, 2004). Sin embargo, es lógico preguntarse: ¿Para qué comprar votos cuando el voto es secreto? ¿No podrían los votantes tomar la dádiva y luego votar por quien quisiesen?

En primer lugar, es importante señalar que solo dos grupos son susceptibles de recibir ofertas para comprar su voto: los partidarios pasivos y los opositores pasivos. Cabe resaltar que, dentro de estos dos grupos, las personas de escasos recursos y baja educación son las más vulnerables (Stokes, 2005). Estos son ciudadanos que, aunque no teniendo incentivos para votar, tienen preferencias partidarias. El primer grupo es blanco de la ‘compra de votos positiva’ y el segundo de la ‘compra de votos negativa’.

De acuerdo con Finan y Schechter, los operarios de las maquinarias partidista pueden predecir con gran exactitud las preferencias partidarias de las personas dentro de sus comunidades (2012). El trabajo de estos operarios es crear vínculos profundos con los habitantes de las distintas demarcaciones y atreves de esta vinculación, conocer las simpatías de los votantes e identificar quien es pasible de ser incentivado.

De tal forma, estos operarios identifican a partidarios pasivos, personas que no tienen incentivos para votar, pero que de hacerlo, votarían a favor del partido (Nichter, 2008). Con ellos, los operarios hacen uso de dadivas para incentivarlos a votar, lo que se denomina ‘compra de votos positiva’. Aunque es casi imposible que el operario pueda certificar que el partidario pasivo cumpla con su parte del trato (cuando el voto es secreto), Finan y Schechter explican que al recibir la dadiva, se crea un sentimiento de obligación en el votante que le induce a actuar con reciprocidad (2012).

Por otro lado, Cox y Kousser (1981) argumentan que cuando el voto es secreto, los partidos políticos no comprar votos para incentivar a que la gente vote por ellos sino para que los opositores pasivos no voten (Compra de votos negativa). Esta estrategia proliferó a fines del siglo XIX en algunos estados de EE. UU. (Argersinger 1987). La trama consiste en la compra de cédulas, tintar el dedo índice, etc. para inhabilitar a ciudadanos que aun no teniendo intención de votar, representan un voto en contra en caso de ir a las urnas (Schaffer 2002).

Ahora bien, en la practica política, tal como sugieren Morgan y Vardy (2012), los partidos políticos combinan ambas estrategias. Así, sabiendo distinguir entre a quien motivar y a quien prevenir que vote, los operarios hacen uso de la compra de votos positiva y negativa para movilizar o neutralizar a los electores pasivos. Como indiqué en mi articulo anterior “En defensa del pica-pollo y los RD$500”, los votantes que militan activamente en algún partido político no son susceptibles de recibir ofertas para comprar su voto. Por lo tanto, los operarios no gastan recursos en quienes reconocen como militantes activos.

Por ultimo, aunque una de las intenciones principales de la clandestinidad del voto es prevenir su compra (Wigmore, 1889), esta actividad no ha reducido (Cox y Kousser, 1981). Lo que se ha producido es una transformación de compra de votos. Mientras en la campaña congresual de 1934 en Texas, Lyndon Johnson compraba votos a US$5 por cabeza a diestra y siniestra1 a favor de Maury Maverick (Caro, 1982), hoy día, Alfonso Crisóstomo (El Querido) tienen que conocer bien la gente de Puerto Plata para saber a quien regala cajas para que vote y a quien le da para que no vote.

1En el estado de Texas, EE. UU. la votación no fue verdaderamente secreta hasta 1949.
Argersinger, P. H. (1987). “From Party Tickets to Secret Ballots: The Evolution of the Electoral Process in Maryland During the Gilded Age.” Maryland Historical Review 82,3: 214-255.
Bratton, M. (2008). “Vote Buying and Violence in Nigerian Election Campaigns.” Electoral Studies 27(4): 621–32.
Brusco, V., Nazareno, M. and Stokes, S. C. (2004). “Vote Buying in Argentina.”
Latin American Research Review, Volume 39, Number 2, pp. 66-88 DOI: 10.1353/lar.2004.0022
Caro, Robert. (1982). “The Years of Lyndon Johnson: The Path to Power.” New York, NY: Alfred A. Knopf.
Cox,  W., and Kousser J. M. (1981). “Turnout and Rural Corruption: New York as a Test Case,” 25 American Journal of Political Science 646–63.
Finan, F. and Schechter, L. (2012). “Vote-buying and Reciprocity.” Econometrica, Vol. 80, No. 2, 863–881.
Morgan, J. and Vardy, F. (2012). “Negative Vote Buying and the Secret Ballot.” Journal of Law, Economics, and Organization 28(4): 818–49.
Nichter, S. (2008). “Vote Buying or Turnout Buying? Machine Politics and the Secret Ballot.” American Political Science Review 102(1): 19–31.
Schaffer, F. C. (2002). “What Is Vote Buying? Empirical Evidence.” Massachusetts Institute of Technology. Typescript.
Stokes, S. C. (2005). “Perverse Accountability: A Formal Model of Machine Politics with Evidence from Argentina.” American Political Science Review 99 (August): 315–25.
Wigmore, J.H. (1889). “The Australian Ballot System as Embodied in the Legislation of Various Countries.” Boston: Charles Soule

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Amaury Pineda

Candidato a doctor en ciencias políticas, Western Michigan University, EE.UU. Licenciado en Derecho, egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

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