Incontables veces nos encontramos conversaciones en las que debatimos y nos mofamos de aprendizajes que tuvimos en la escuela que “no nos han servido de nada”, como por ejemplo: aprender raíces cuadradas, listas de fechas, reyes o virreyes o la diferencia entre complemento directo e indirecto.
Y no podemos quitarle la razón a esas personas, ya que ni en su trabajo actual (ni en los anteriores) ni en el día a día de su vida han encontrado aplicaciones prácticas a estos saberes. Desde hace ya casi 100 años la Pedagogía intenta evitar todo eso, nos encontramos con John Dewey concluyendo: “Le debemos dar a los alumnos algo que hacer, no algo que aprender; y si el hacer es de tal naturaleza que demanda el pensar o la toma de conciencia de las conexiones; el aprendizaje es un resultado natural”. En definitiva eso es lo que llamamos el aprendizaje significativo. Pero hacer ver la utilidad de cada uno de los aprendizajes es tedioso y en ocasiones algo difícil.
Se pone más difícil cuando no es el profesor el que dice, explica o demuestra la utilidad; sino que es el propio alumno el que la descubre y la vive por sí mismo. Está demostrado que es en esas situaciones que el aprendizaje se asimila mejor en la memoria y tiene un sentido más global.
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Si le damos una última vuelta de tornillo, podemos hacer que ese aprendizaje significativo y por descubrimiento propio sea además de impacto en nuestra familia, barrio o sociedad. Es ahí cuando entra en juego el sentimiento y la emoción, ya que la repercusión de mi aprendizaje tiene un impacto en el otro, por lo que tiene sentido para mí, pero también para todo lo que me rodea. Gracias a este proceso socio-emocional prendemos aún más la motivación de los alumnos para integrarse a estos proyectos de aprendizaje con mayor interés.
Hoy en día tenemos métodos y propuestas educativas que se escapan de lo tradicional como por ejemplo el aprendizaje basado en proyectos o el aula invertida (flipped classroom) los cuales toman en cuenta este estilo de aprendizaje significativo, por descubrimiento y de impacto social.
En estos métodos no importan tanto las asignaturas o materias, ya que están aglutinadas en los proyectos y conviven unas con otras. Por ejemplo, creando un taller de informática para la tercera edad estaremos trabajando Tecnología, Ciencias Sociales o Lengua Española. Y llevando una campaña de donación de sangre en nuestro barrio podemos desarrollar contenidos de Ciencias Naturales, Sociales o Matemáticas, si añadimos estadísticas, y hasta Inglés, si compartimos y contamos nuestro proyecto con otra escuela en el extranjero…
Igual que muchas áreas de la humanidad han desarrollado y cambiado con el paso de los años, le ha llegado el turno a la educación. No podemos educar como hace 100 años, ni siquiera como hace 30 años… Necesitamos aplicar las nuevas ideas y métodos, ser más flexibles y coherentes con el mundo del presente y del futuro.
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