En el año 2015 el diario italiano la Stampa recogía la indignación del brillante y extinto Umberto Eco que hablaba de la “invasión de los idiotas” con esto se refería a que no se requería absolutamente ningún mérito más que tener internet para hacer públicas las opiniones y exponerlas a un público masificado.
Eco falleció al poco tiempo de dar sus duras declaraciones, pero esa visión catastrófica de hacia dónde se encaminaba el nuevo orden de las influencias en la comunicación fue pre clara. A riesgo de sonar como una abuela, asumo el rumbo que toma la comunicación como una burbuja insostenible, que en cualquier momento estallará, ya que no todos podemos ser influencers o líderes de opinión, no toda la vida tiene que ser publicada y definitivamente no todos necesitamos reaccionar y postular ante cada evento indefinidamente.
Hoy analizamos cinco formas en las que la democracia de la red hace un reparto desmedido y hasta nocivo del poder de la influencia.
El poder de dar relevancia a través de un clic, nunca ha sido más fácil hacerse famoso, y no necesariamente por méritos o hazañas loables, lo desmedido, lo grotesco o vacío pueden ser perfectamente las razones por las que te conviertas en una celebridad, la viralidad es incontrolable, es un fenómeno que a veces sorprende no solo por su rapidez, sino por el tipo de cosas con las que se alcanza, una vez que sabemos esto se da una inversión de valores, pues ya fijado el objetivo (conectar con el público) se repara muy poco en cómo se logrará.
Se crean líderes del vacío, si lo que puede catapultarte a la fama en internet es impredecible, el perfil de muchas de las personas a las elevamos a la categoría de líderes es proporcional, hoy en día los conocimientos, fluidez o la relevancia de lo que se expresa se han apartado para dejar paso al carisma, lo llamativo o sorprendente, cualquier persona con la capacidad de entretener a un público con un tema pegajoso termina asumiendo el título de comunicador y en el peor de los casos periodista, con el aval de muchas instituciones que a diferencia de como ocurre con un médico o abogado, no exigen más allá que una cámara e influencia para tirar por el suelo el título que a algunos nos ha costado tanto obtener.
Empodera mensaje sin aprendizaje y el contenido basura, como consecuencia de la relevancia improvisada muchas veces por la viralidad que carga de reconocimientos a perfiles que más allá de un entretenimiento superfluo no tienen nada más que ofrecer, estamos llenos de contenido basura, que cumple muy bien su función de distraernos, desterrando la reflexión, el sentido crítico o la oportunidad de cultivarse con información útil o conocimientos técnicos.
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Vivimos la dictadura de los seguidores, la cancelación social, el acoso que sufre aquel que se atreva a criticar a algunos de estos “líderes” abiertamente es aplastante, los seguidores son una especie de ejército digital, atento y anónimo, dispuesto a verter todo el odio que facilita la impunidad de las redes sobre quien cuestione estos contenidos, el estilo de vida que promueven , o a quienes veneran como nuevos ídolos.
Se infravalora la especialización y la profesionalización, una de las peores consecuencias de todo esto, es la pérdida de sentido de la preparación y la capacidad, en un mundo que se encamina a valorar a los individuos mayoritariamente por su presencia y popularidad en redes, los miles de followers no solo equivalen a monetización, sino a poder y relevancia, lo que empodera lo suficiente como para que escuchemos al influencer de turno decir que “el periodismo lo ejerce cualquiera”, o que una institución gubernamental felicite en el día del periodista a alguien que nunca ha pisado un aula y que domina con dificultad su idioma materno.
El pan y el circo ya no es proporcionado por el poder, ahora al vulgo (la masa) hace su propio espectáculo y se auto distrae de lo relevante, como quien se anestesia de manera constante para no utilizar el sentido crítico.
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